Quedan escasas semanas para que se celebre la próxima cumbre del clima, COP 16, que tendrá lugar en Cancún (México), del 29 de noviembre al 10 de diciembre, un año después del fracaso de Copenhague.
La comunidad científica insiste en la urgencia de que las naciones concierten un nuevo tratado efectivo, vinculante y justo, que venga a sustituir al muy insuficiente Protocolo de Kioto y sea capaz de revertir el actual incremento de gases de efecto invernadero (GEI) y sus catastróficas y ya visibles consecuencias (fenómenos atmosféricos extremos, retroceso de glaciares, fusión de los casquetes polares, extensión de plagas, daños en la agricultura, incremento de las hambrunas y un largo y creciente etcétera).
El acuerdo es absolutamente necesario y cada vez más urgente, porque el problema sigue agravándose y disponemos de menos tiempo para rectificar. Pero serán precisos mayores esfuerzos que los desplegados hasta aquí, porque los gobiernos están centrando su preocupación y ocupación en hacer frente a la crisis económica con medidas miopes que sólo atienden a la coyuntura, perdiendo de vista la gravedad de una degradación ambiental que pone en peligro el futuro de la humanidad.
Será preciso, pues, convertir el escaso tiempo que nos queda hasta la COP 16 en un periodo de intenso activismo educativo, profesional y ciudadano, multiplicando las acciones para exigir a los líderes políticos la firma en Cancún de un protocolo realmente efectivo, que refuerce la lucha contra el cambio climático.
No podemos olvidar -repetimos una vez más- que la sostenibilidad de nuestras sociedades exige bastante más que la reducción de las emisiones de GEI: no pueden ser sostenibles unas sociedades lastradas por los tremendos desequilibrios actuales, con más de mil millones de seres humanos sufriendo una pobreza extrema ... Ni tampoco pueden serlo si se mantienen inmodificados unos sistemas socioeconómicos depredadores, basados en la búsqueda de beneficios particulares a corto plazo, que externalizan los costes socio-ambientales. Pero el paso a una economía baja en carbono es hoy una cuestión de supervivencia, como lo fue la sustitución de los compuestos flúor-cloro-carbonados que destruían la capa de ozono.
Será preciso crear un clima social capaz de imponer a los líderes políticos la adopción de un Protocolo de Cancún que haga posible la reducción de la concentración de GEI en la atmósfera antes de que se superen valores que hagan irreversible el proceso de degradación.
Los educadores tenemos una especial responsabilidad en contribuir a crear ese clima de implicación ciudadana y hemos de intentarlo con todas nuestras fuerzas. Tenemos unas pocas semanas para extender este llamamiento a todos los ámbitos que nos son accesibles: universidades, instituciones y movimientos ciudadanos, centros educativos, congresos, publicaciones, webs, empresas... Debemos y podemos lograrlo.
Fuente: Educadores por la sostenibilidad, Boletín Nº 56, 5 de noviembre de 2010
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