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miércoles, 20 de noviembre de 2013
Andrés Osorio Los términos de intercambio presentan una alta volatilidad en los países de Latinoamérica
Los términos de intercambio presentan una alta volatilidad en los países de Latinoamérica, suceso que va unido a variaciones dispares en sus cuentas corrientes. La teoría económica ha establecido ciertas condiciones bajo las cuales una mejora en los términos de intercambio aumenta el saldo de la cuenta corriente: el llamado efecto Harberger-Laursen-Metzler. Este trabajo entrega un modelo de maximización intertemporal y decisiones de producción endógenas, en el cual se amplía la discusión del rol del gobierno dentro del cumplimiento de este efecto. Junto a esto se demuestra empíricamente el cumplimiento del efecto HLM en la región latinoamericana y la importancia del régimen cambiario y del comportamiento del gobierno ante el ciclo en la magnitud de este efecto. Mientras más contracíclico sea el gobierno mayor es el efecto positivo de este shock a los precios sobre el saldo de la cuenta corriente, debido a que los gobiernos contracíclicos ahorran durante este período favorable para el país. En tanto si el tipo de cambio es fijo este efecto se ve atenuado, pues la rigidez cambiaria impide una apreciación en el tipo de cambio que acotaría el alza en la inversión.
Entrevista a Jeremy Rifkin sobre el nacimiento de una nueva era
Debemos pasar a la tercera revolución industrial.
¿En qué consiste?
En un nuevo modelo energético y productivo que ya está en marcha: el capitalismo de la distribución.
¿Es una broma?
Mire a su alrededor con perspectiva y verá que ya estamos experimentando una transformación histórica en la forma de generar y distribuir la energía.
Seguimos dependiendo del petróleo.
Sí, y hemos de librarnos de esa dependencia, superar la segunda revolución industrial y comenzar una nueva era.
¿Por qué?
Aparte de que la energía fósil está poniendo en peligro nuestra supervivencia como especie, ha determinado y ha diseñado nuestro sistema de vida y la manera de organizarnos socialmente: un sistema ya caduco.
¿...? La primera revolución industrial, al mejorar la higiene y la salud, disparó la demografía. Luego envió a todos los niños al colegio para tener trabajadores eficientes.
¿Y qué ha hecho de nosotros la segunda revolución industrial?
Ha impuesto sistemas centralizados: un gobierno, con una gran capital, en la que se centra todo el poder de decisión y de información a través de televisiones y radios estatales; las centrales de energía, que producen y regulan toda la energía del país, y las carreteras, que responden a esa lógica.
Si prescindimos del petróleo, ¿nos organizaremos de otra manera?
En un nuevo modelo energético y productivo que ya está en marcha: el capitalismo de la distribución.
¿Es una broma?
Mire a su alrededor con perspectiva y verá que ya estamos experimentando una transformación histórica en la forma de generar y distribuir la energía.
Seguimos dependiendo del petróleo.
Sí, y hemos de librarnos de esa dependencia, superar la segunda revolución industrial y comenzar una nueva era.
¿Por qué?
Aparte de que la energía fósil está poniendo en peligro nuestra supervivencia como especie, ha determinado y ha diseñado nuestro sistema de vida y la manera de organizarnos socialmente: un sistema ya caduco.
¿...? La primera revolución industrial, al mejorar la higiene y la salud, disparó la demografía. Luego envió a todos los niños al colegio para tener trabajadores eficientes.
¿Y qué ha hecho de nosotros la segunda revolución industrial?
Ha impuesto sistemas centralizados: un gobierno, con una gran capital, en la que se centra todo el poder de decisión y de información a través de televisiones y radios estatales; las centrales de energía, que producen y regulan toda la energía del país, y las carreteras, que responden a esa lógica.
Si prescindimos del petróleo, ¿nos organizaremos de otra manera?
Cambiaremos todo nuestro modo de vida.
Decía usted que ya estamos en ello.
De la misma manera que el vapor nos llevó a la primera revolución industrial, y el motor Daimler-Benz a la segunda, la apuesta de Alemania por la producción descentralizada de energías renovables nos lleva a la tercera.
Pero las energías renovables no son una novedad.
Lo revolucionario es su combinación con internet: el gran cerebro en red. Eso significa decir adiós a la gran televisión centralizada y al poder de decisión centralizado. La autoridad ya no será vertical, sino distributiva.
Alguien la ejercerá.
La tendrá quien posea más información en cada momento para tomar iniciativas, irá alternándose en la red. Las grandes centrales eléctricas se sustituirán por pequeñas productoras de energía controladas por el ciudadano, instaladas en el tejado de la comunidad de vecinos, oficinas, fábricas...
Ya hay comunidades que se abastecen con energías renovables y no han cambiado el mundo.
La verdadera revolución estallará cuando la energía se transmita por la red y la inteligencia colectiva regule su uso. Si en su tejado produce más energía de la que necesita (eólica, geotérmica o solar), la red la redistribuirá y usted cobrará por ello, y cuando necesite más, la comprará.
¿Es una utopía?
En Alemania, IBM, Siemens y Cisco están experimentando diversos sistemas en seis länder para poder enviar kilovatios por la red como si fueran bits de información, y buscando la manera de almacenarlos.
¿Ni plataformas petrolíferas ni tampoco centrales de energías alternativas?
No, porque el aire, la tierra y el sol están en todas partes. En todos los tejados y espacios verdes del planeta se puede captar esa energía y convertirla en electricidad.
¿Y quién lo paga?
Al precio actual, cualquier edificio amortiza en siete años la inversión; pero igual que ha ocurrido con los ordenadores y los móviles, al masificarse su uso bajará el precio.
¿Cómo viajaremos?
Camiones, coches y autobuses serán vehículos enchufables. Es mucho más fácil y barato colocar enchufes que surtidores y depósitos de combustible. Y pronto habrá aviones con energía eléctrica.
Un futuro prometedor, pero hará falta inversión...
Sí, y trabajo, lo que revitalizará nuestra economía y creará miles de empleos.
Es un pez que se muerde la cola.
Los países desarrollados en crisis, como España, deben convertir esa necesidad de adaptación a la nueva tecnología en una oportunidad para el relanzamiento económico. Sí o sí, España necesita crecimiento; sólo con austeridad no se va a ningún lado.
¿Y cómo afectará al tercer mundo? Este cambio de paradigma cambiará la geopolítica mundial. Los países más pobres podrán convertir su carencia de infraestructuras en ventaja competitiva: es más fácil y barato partir de cero que reconvertir lo ya existente.
Quienes generan y distribuyen la energía van a resistirse.
Sí, como se resistieron las grandes empresas discográficas hasta morir. Es obvio, como han detectado todos los movimientos de indignados del mundo, que el esquema de la segunda revolución industrial está viniéndose abajo.
El ciudadano quiere poder.
Y ese es el significado final de poder generar nuestra propia energía, venderla y comprarla libremente en la red. De hecho, ya se están creando nodos de autosuficiencia que viven conectados con la biosfera. Las energías renovables cierran el círculo de integración del ser humano con el medio.
Decía usted que ya estamos en ello.
De la misma manera que el vapor nos llevó a la primera revolución industrial, y el motor Daimler-Benz a la segunda, la apuesta de Alemania por la producción descentralizada de energías renovables nos lleva a la tercera.
Pero las energías renovables no son una novedad.
Lo revolucionario es su combinación con internet: el gran cerebro en red. Eso significa decir adiós a la gran televisión centralizada y al poder de decisión centralizado. La autoridad ya no será vertical, sino distributiva.
Alguien la ejercerá.
La tendrá quien posea más información en cada momento para tomar iniciativas, irá alternándose en la red. Las grandes centrales eléctricas se sustituirán por pequeñas productoras de energía controladas por el ciudadano, instaladas en el tejado de la comunidad de vecinos, oficinas, fábricas...
Ya hay comunidades que se abastecen con energías renovables y no han cambiado el mundo.
La verdadera revolución estallará cuando la energía se transmita por la red y la inteligencia colectiva regule su uso. Si en su tejado produce más energía de la que necesita (eólica, geotérmica o solar), la red la redistribuirá y usted cobrará por ello, y cuando necesite más, la comprará.
¿Es una utopía?
En Alemania, IBM, Siemens y Cisco están experimentando diversos sistemas en seis länder para poder enviar kilovatios por la red como si fueran bits de información, y buscando la manera de almacenarlos.
¿Ni plataformas petrolíferas ni tampoco centrales de energías alternativas?
No, porque el aire, la tierra y el sol están en todas partes. En todos los tejados y espacios verdes del planeta se puede captar esa energía y convertirla en electricidad.
¿Y quién lo paga?
Al precio actual, cualquier edificio amortiza en siete años la inversión; pero igual que ha ocurrido con los ordenadores y los móviles, al masificarse su uso bajará el precio.
¿Cómo viajaremos?
Camiones, coches y autobuses serán vehículos enchufables. Es mucho más fácil y barato colocar enchufes que surtidores y depósitos de combustible. Y pronto habrá aviones con energía eléctrica.
Un futuro prometedor, pero hará falta inversión...
Sí, y trabajo, lo que revitalizará nuestra economía y creará miles de empleos.
Es un pez que se muerde la cola.
Los países desarrollados en crisis, como España, deben convertir esa necesidad de adaptación a la nueva tecnología en una oportunidad para el relanzamiento económico. Sí o sí, España necesita crecimiento; sólo con austeridad no se va a ningún lado.
¿Y cómo afectará al tercer mundo? Este cambio de paradigma cambiará la geopolítica mundial. Los países más pobres podrán convertir su carencia de infraestructuras en ventaja competitiva: es más fácil y barato partir de cero que reconvertir lo ya existente.
Quienes generan y distribuyen la energía van a resistirse.
Sí, como se resistieron las grandes empresas discográficas hasta morir. Es obvio, como han detectado todos los movimientos de indignados del mundo, que el esquema de la segunda revolución industrial está viniéndose abajo.
El ciudadano quiere poder.
Y ese es el significado final de poder generar nuestra propia energía, venderla y comprarla libremente en la red. De hecho, ya se están creando nodos de autosuficiencia que viven conectados con la biosfera. Las energías renovables cierran el círculo de integración del ser humano con el medio.
LA VANGUARDIA (4-5-2012)
Autor: Jeremy Rifkin que es creador y presidente de la Fundación para el Estudio de Tendencias Económicas.
Publicado 4th May 2012 por Francisco Bernal
Cambio climático: no hay voluntad, pero existe un camino
Bjorn Lomborg
Hay una manera muy diferente que ni siquiera está en la agenda: una inversión enorme, pero mucho más barata, en investigación y desarrollo de nuevas fuentes de energía, en lugar de destinar más dinero a las energías renovables aún muy ineficientes.
Por: Bjorn Lomborg
Las esperanzas sobre un avance en las conversaciones sobre cambio climático en Varsovia, donde se realiza del 11 y hasta el 22 de noviembre la 19ª reunión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 19), son perennes:
“¡Cuando se quiere, se puede!”, dice el Ministro de Medio Ambiente anfitrión. Aunque suena optimista, en realidad hay muy poca voluntad mundial para un acuerdo global similar al fallido protocolo de Kioto.
Sin embargo, hay una manera muy diferente que ni siquiera está en la agenda: una inversión enorme, pero mucho más barata, en investigación y desarrollo de nuevas fuentes de energía, en lugar de destinar más dinero a las energías renovables aún muy ineficientes.
El mundo ya está gastando alrededor de mil millones de dólares diarios en fuentes renovables, US$359 mil millones en 2013.[i]
Pero, la inversión mundial anual de US$100 mil millones en investigación y desarrollo sería cientos de veces más efectiva, según notó un panel de economistas, incluidos tres premios Nobel, en el estudio sobre Clima del Consenso de Copenhague.
Esto aumentaría 10 veces la I+D a nivel mundial y costaría mucho, mucho menos – sólo 0.2% del PBI mundial.
Lamentablemente, Varsovia y las numerosas cumbres climáticas previas (y posteriores), conservan la esperanza de un acuerdo global vinculante sobre la reducción de emisiones. Esta fue la esencia del Protocolo de Kioto que, aunque se acordó en 1997, en realidad nunca importó mucho ya que la mayoría de los grandes emisores de CO2 no tenía límites (China e India) o abandonaron (EE.UU.), o no cumplieron sus promesas (Canadá).
El protocolo de Kioto estaba muerto incluso cuando el vicepresidente Al Gore, lo firmó en 1997 y el presidente Bill Clinton dijo que “los Estados Unidos han llegado a un acuerdo histórico con otras naciones del mundo para adoptar medidas sin precedentes para enfrentar el calentamiento global”.
El Senado de EE.UU. ya había rechazado el tratado por 95 votos a 0.
La voluntad no estaba presente allí en Kioto, ni estuvo posteriormente.
Después de las conversaciones de Durban 2012, y los anuncios de un acuerdo jurídicamente vinculante, el Ministro de Medioambiente de la India, Srimati Jayanthi Natarajan, dijo: “La India no puede aceptar un acuerdo legalmente vinculante para la reducción de emisiones en esta etapa de nuestro desarrollo”. El día después de la conferencia, Canadá se retiró del Protocolo de Kioto, que Rusia y Japón ya se habían negado a extender.
Incluso la aplicación plena del Protocolo de Kioto, habría reducido las temperaturas a finales de siglo en un inconmensurable 0.004 °C, y nos habría costado alrededor de US$200 mil millones anuales.
Sólo la Unión Europea y otros pocos se mantienen fieles a destinar gastos significativos para obtener resultados diminutos: la UE se ha comprometido a reducir sus emisiones en un 20% por debajo de los niveles de 1990 para el año 2020. Esta política, según un promedio de todos los modelos económico-energéticos, costará US$250.000millones al año. A finales de siglo (después de un costo total de más de US$20 billones), eso reducirá el aumento de la temperatura en un minúsculo 0,05 °C.
Seguramente habrá algunos grandes titulares desde Varsovia sobre compromisos, promesas y metas en esta nueva reunión de Naciones Unidas. Sin embargo, no debemos olvidar los avances previos similares.
En la cumbre de Copenhague en 2009, Japón se comprometió a reducir las emisiones de carbono en un 25% en 2020, lo que era simplemente imposible y ahora están incumpliendo. [ii]
China, justo antes de la cumbre, dramáticamente prometió reducir su intensidad de carbono en los próximos diez años a sólo el 40-45% de su nivel en 2005. Heroica, de hecho, pero las cifras de la Agencia Internacional de Energía mostraron que China ya esperaba reducir la intensidad de carbono en un 40% sin las nuevas políticas: a medida que evoluciona su economía, China inevitablemente se desplazará hacia industrias menos intensivas en el uso de carbono.
Recuerde que, a lo largo de la historia, la civilización humana ha intentado alejarse de las energías renovables. En 1800, el mundo obtuvo el 94% de su energía de fuentes renovables, mayormente de madera y de viento, mientras que hoy es sólo el 13%. Mucho de lo que actualmente se clasifica como energías renovables se refiere a las personas pobres que utilizan madera y residuos: África todavía obtiene casi el 50% de su energía de las fuentes renovables [iii].
Pero la energía renovable de China disminuyó del 40% en 1971 al 11% en la actualidad debido a que se volvió más próspera.
Los países ricos instalan turbinas eólicas y paneles solares, que emiten menos CO2, pero siguen siendo muy caros e intermitentes. España gasta ahora casi el 1% de su PIB en subsidios para las energías renovables – más de lo que gasta en educación superior. Esto no es sostenible, y no es algo que la mayoría de los países quiera emular.
No podemos pretender impulsar un tratado en Varsovia o en cualquier otro lugar, obligando a la gente a mudarse a fuentes de energía considerablemente más costosas y menos fiables.
A pesar de todas las cumbres internacionales y los cientos de miles de millones de dólares en subsidios a las tecnologías verdes enormemente ineficientes de hoy, las emisiones de CO2 han aumentado un 57% desde 1990. Tenemos que buscar un enfoque diferente en lugar de apostar una y otra vez al mismo caballo perdedor. La economía muestra claramente que la solución más inteligente a largo plazo sería centrarse en energías verdes innovadoras.
Esto haría bajar los costos de futuras generaciones de energía eólica, solar y muchas otras increíbles posibilidades.
Si la tecnología verde del futuro pudiera ser más barata que los combustibles fósiles, todo el mundo la adoptaría y no sólo un número simbólico de occidentales bienintencionados.
Además, no tendríamos la necesidad de convocar una nueva cumbre climática que finalmente no llega a nada.
[i] http://climatepolicyinitiative.org/publication/global-landscape-of-climate-finance-2013/
[ii] https://www.facebook.com/bjornlomborg/posts/192985170844199.
[iii] http://www.oecd-ilibrary.org/energy/renewables-information_20799543, p55
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