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jueves, 29 de noviembre de 2012

Japón mantiene su rechazo a prolongar los compromisos del Protocolo de Kioto

La UE, Australia, Noruega, Suiza y Catar, en cambio, se han manifestado a favor 
Día 28/11/2012 La XVIII Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de Doha es la primera sobre cambio climático que se celebra en Oriente Medio

La XVIII Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP18) arrancó el lunes en Doha (Catar). La primera jornada se centró en analizar la situación de los países menos desarrollados frente al aumento de la temperatura global, a partir de un informe realizado por la Universidad de la ONU. «Las aguas de Bangladesh han visto incrementada su salinidad, lo que ha provocado que las plantas de arroz tradicionales no crezcan a los ritmos habituales.
En Bután han cambiado los patrones de los monzones.Gambia sufre sequías. Kenia, inundaciones. Y Micronesia, la erosión en sus costas», explicó Koko Warner, experta en vulnerabilidad social y adaptación. Otras naciones objeto de estudio han sido Etiopía, Burkina Faso, Mozambique y Nepal, que también se enfrentan a inundaciones y sequías que dificultan la habitabilidad y el cultivo.

Protocolo de Kioto 

En 2010, último año del que se tienen datos completos, las emisiones de los principales gases causantes del efecto invernadero -principal acelerador del cambio climático- fueron de 50.100 millones de toneladas. A este ritmo llegarán a 58.000 millones de toneladas en 2020, frente a los 44.000 millones que se consideran aceptables para poder afrontar mayores reducciones a costos razonables. Por tanto, uno de los desafíos en Doha consistirá en que los países reconozcan el desfase entre las emisiones a las que se comprometieron y lo que en realidad se requiere para mantener la temperatura en el máximo fijado. Para los expertos de la ONU la urgencia de tomar acciones es cada vez más evidente si no se quiere llegar al escenario probable que plantea un documento hecho público recientemente por el Banco Mundial: un aumento de la temperatura media del planeta de 4 grados centígrados para finales de siglo.
Tal coyuntura acarrearía «consecuencias devastadoras», con olas de calor extremas y la subida de nivel mar de hasta un metro en ciertas zonas. Anticipando esos peligros reales, de la COP18 deberían surgir los detalles de la extensión del Protocolo de Kioto,  así como los parámetros de un nuevo acuerdo universal vinculante sobre cambio climático, más claro y ambicioso, cuya negociación comenzó en mayo de 2012.
El grupo de trabajo Plataforma de Acción de Durban (ADP, en su siglas en inglés) tiene el mandato de elaborar el citado instrumento legal antes del año 2015, para que entre en vigor en 2020. Kioto, firmado en 1997 y cuyo primer periodo de aplicación culmina en 2012, solo obliga a las naciones desarrolladas -excepto EE.UU.-. Rusia, Japón y Canadá se han desmarcado del tratado. La Unión Europea, Australia, Noruega y Suiza ya han confirmado que dirán que sí al nuevo período de compromiso de Kioto, así como Catar.Japón, en cambio, ha asegurado en Doha que no se sumará si China, EE.UU. e India no están sujetos a restricciones similares. El Gobierno canadiense, por su parte, ha anunciado nuevas normas para reducir las emisiones de los automóviles una media de un 5% al año durante 2017 y 2025, e igualarán las correcciones previstas por el sector automovilístico estadounidense.

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Se desinfla cumbre de cambio climático en Doha

Se presumía que no iba a ser trascendental, pero no se contemplaban síntomas de fracaso tan pronto.
La Cumbre de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 18), que se desarrolla en Doha (Catar), completará este jueves cuatro días de unas discusiones que se prolongarán hasta el próximo 7 de diciembre. 

Y sin completar una semana, la reunión, que busca lograr un acuerdo para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, con tal de que el cambio climático no consiga aumentar la temperatura promedio global por encima de los dos grados centígrados, ya muestra síntomas de fracaso.
Se presumía que la Cumbre de Doha no iba a ser trascendental, pero tampoco estaba en los planes que se desinflara tan pronto.
Frente al reto de extender el Protocolo de Kioto, que expira el 31 de diciembre, y que obligaría a los países desarrollados a reducir bajo normas legales sus emisiones contaminantes, sólo la Unión Europea, Suiza y Noruega expresaron su intención de participar en una extensión de este acuerdo.
Pero otros países clave, como Canadá, Japón, Rusia, China y EE. UU, ya anunciaron que no firmarán compromisos nuevos a partir de esa fecha. China y Japón llegaron incluso con posiciones enfrentadas, porque mientras el gigante asiático defiende que los países desarrollados, Japón entre ellos, deben tener obligaciones concretas de reducción de emisiones, Japón reniega del Protocolo que lleva el nombre de su antigua capital imperial (Kioto), al que no considera justo ni efectivo, y está en Catar diciendo que no aceptará propuestas de reducción.
Esta falta de intenciones implica que, por el momento, los países que tomarían parte en una potencial extensión de un Protocolo de Kioto, o de un Kioto 2 como algunos lo han bautizado, sólo generan un 15 por ciento del total de emisiones contaminantes mundiales.
En medio de esa falta de interés, justificada en el caso de EE. UU. por la crisis económica, que según sus representantes no da margen de maniobra para que la industria invierta en soluciones sostenibles, aparecen África y América Latina, cuya función en esta reunión, en la que participan delegados de casi 200 países, se ha limitado a pedirles a las naciones desarrolladas y causantes del cambio climático, apoyo para adaptarse. Precisamente, Doha tendrá al menos que definir la captación de fondos para sustentar el Fondo Verde para el Clima, creado en la cumbre del año pasado en Durban (Suráfrica)  y que pretende proporcionar 100.000 millones de euros a países pobres, a partir del 2020, para afrontar los estragos del cambio climático. Esta falta de determinación y de resultados se produce en medio de informes de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que advierten que el 2012 será nuevamente uno de los años más cálidos desde el siglo XIX. "El cambio climático se proyecta ante nuestros ojos" dijeron hoy voceros de la organización, que destacaron hechos como el derretimiento del Ártico, eventos climáticos extremos como el Niño o la Niña (que se repiten con frecuencia) y el crecimiento del nivel del mar, que ha hecho que huracanes como Sandy sean mucho más impactantes, como algunos de lo principales ejemplos de que la Tierra se ha vuelto un lugar cada vez más vulnerable.

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Qatar un anfitrión con poca conciencia ecológica

VÍCTIMAS. En 2009, el huracán “Ida” causó estragos en Verapaz, en El Salvador. Según expertos de la organización Germanwatch, los países pobres han sido los más afectados por el cambio climático en los últimos 20 años.

 El emirato encabeza la lista de países con más emisión de dióxido de carbono per cápita del mundo ESTAMBUL/DOHA.— El anfitrión de la Conferencia de Naciones Unidas (ONU) sobre Cambio Climático, que comenzó el lunes, se presenta en general como un ejemplo.
Pero Qatar contradice desde la primera impresión todos los ideales de los defensores del medio ambiente. El árido paisaje desértico es surcado por autopistas, por las que se desplazan enormes camiones que gastan grandes cantidades de combustible.
La gasolina es aquí particularmente barata: un litro cuesta apenas 20 centavos de dólar. Pero la protección del medio ambiente no tiene ningún valor para la población.
Potentes equipos de aire acondicionado funcionan en todas partes al máximo.
En las viviendas, así como en centros comerciales y deportivos, bajan las agobiantes temperaturas típicas de la región hasta un nivel que uno comienza a tiritar.
Y pese a que aquí brilla el sol más de 350 días al año, resulta difícil ver paneles solares en las casas, ni siquiera en las construcciones nuevas.
Al analizar las estadísticas ambientales de este pequeño país de unos 1.8 millones de habitantes, a los amigos de la naturaleza se le ponen los pelos de punta: el emirato encabeza la lista de países con más emisión de dióxido de carbono per cápita del mundo, con unas 40 toneladas, ante todo debido a la enorme industria gasífera. Y es que Qatar es el mayor productor del mundo de gas natural licuado, una tecnología que genera una gran emisión de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero. Sin embargo, para este país del Golfo, la escasa conciencia ecológica se está convirtiendo gradualmente en un problema.
La contaminación del aire, la salinización del agua, la amenaza del aumento del nivel del mar, todo esto le está causando cada vez más dolores de cabeza al emir, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani. A raíz de esto, en 2008 fue creado el Ministerio de Medio Ambiente.
Un año después, el gobierno organizó una conferencia, en la que se discutieron estrategias para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global de la Tierra. En 2022, Qatar quiere organizar el primer Mundial de Futbol con “una emisión neutra de dióxido de carbono”.
Otro objetivo del gobernante es crear en el pueblo una nueva conciencia del uso del agua y otros recursos.
El consumo de agua en Qatar asciende actualmente a los 310 litros por persona por día, más del doble que en los países de Europa occidental.
En la industria de la energía solar el país también quiere distinguirse, para lo cual tiene previsto comenzar en 2013 con la producción de silicio en una fábrica.
En el pasado, Qatar demostró ser muy ambicioso con sus proyectos, tanto en la política, en el sector energético, en el área de medios, en los deportes o en la cultura.
Y no puede fracasar por falta de dinero, ya que es uno de los países con el mayor ingreso per cápita del mundo.
Por este motivo se espera que Qatar, como anfitrión de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, intensifique sus esfuerzos por defender el medio ambiente y arrastre en esta tendencia a otros países que tienen altos niveles de emisión de dióxido de carbono.

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Las empresas ante el COP

La 18a Cumbre Mundial sobre Sostenibilidad y Cambio Climático (COP 18) ha comenzado en Doha (Catar).
Las decisiones que allí se tomen cobran más importancia que nunca, ya que no hay más aplazamientos posibles. Como en otras ocasiones, en esta cumbre se juega la credibilidad del proceso, tras años convulsos en los que del fracaso anticipado de Copenhague'09 se pasó a lentos progresos en Cancún'10, y a un acuerdo en los minutos finales de Durban'11 que abrieron la esperanza al logro de objetivos sólidos para 2020.
El reciente estudio de Ernst & Young Bridging the gap. Climate finance in the lead up to Doha COP 18 revela dos tendencias que consideramos cruciales para entender la situación actual.
La primera es una mayor implicación del sector empresarial en el proceso; la segunda, menos positiva, es el incremento de la brecha entre las necesidades de financiación y el presupuesto dispuesto a tal efecto.
Desde la anterior conferencia en Durban se observa una creciente participación del sector privado.
De hecho, en Río+20 del pasado junio se significó por su éxito a nivel empresarial y sus propuestas en esta materia fueron incluso más allá que las de los Gobiernos.
También resulta más que simbólico que la cumbre se celebre en una región que ha construido su progreso económico sobre el comercio de combustibles fósiles y con las economías dependientes en graves dificultades.
En realidad, Oriente Medio también ha emprendido el camino de las energías renovables como indica el impulso de los estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo potenciando, incluso, la diversificación energética y la reducción del consumo interno de combustibles, liberando, así, producción para su exportación.
En Doha no debemos esperar una representación empresarial tan destacada como en anteriores cumbres pero el sector privado debería seguir con atención las decisiones sobre los Mecanismos de Desarrollo Limpio, las oportunidades dentro del Fondo Verde para el Clima y la extensión del Protocolo de Kioto. Por otro lado, la carga que supone financiar la lucha contra el cambio climático es cada vez más pesada. A los 100.000 millones de dólares anuales que se calcula serán necesarios a partir de 2020 a nivel global para esta partida hay que añadir dificultades como la obtención de esta financiación, la falta de objetivos claros en el horizonte o cómo contar con un modelo de gestión definido. Además, según una investigación de Oxford Economics para E&Y, 6 de 10 economías clave (Alemania, Italia, Japón, Australia, Corea y España) proyectaron un descenso del presupuesto contra el cambio climático entre 2010 y 2011.
Francia presenta cambios mínimos para esta partida, y EE UU, Reino Unido y Sudáfrica, ligeros incrementos. Variaciones que representarán un impacto importante en cinco años. España es el país que más incrementa su brecha presupuestaria.
Con una partida de entre 4.000 y 5.000 millones en 2016 -según el escenario considerado-, estaría entre un 0,73% y un 1,13% por debajo del presupuesto. Este gap hace que muchas empresas sufran las consecuencias de la restricción de recursos y las de fenómenos medioambientales extremos que podrían condicionar operaciones.
Riesgos que son también económicos y que deben prevenirse y evitarse. En esto las empresas pueden tener un papel fundamental y su primer rol debería ser ayudar a las instituciones a que el acuerdo en Doha sea posible. Así lo ha hecho la industria británica con su Gobierno para desarrollar el Green Investment Bank, iniciativa que ayudará en la financiación de una economía baja en carbono, tanto mediante mitigación como mediante adaptación.
Hay otros ejemplos, como la firma por parte de 39 bancos, aseguradoras o fondos de inversión de la Natural Capital Declaration, para reflejar su actividad en sostenibilidad y transmitir responsabilidad y transparencia; o la iniciativa lanzada por Ban Ki-Moon en 2011 para el compromiso por parte del sector privado de más de 50.000 millones de dólares para cumplir los objetivos de la Energía Sostenible para Todos (SE4AII). O el anuncio del Foro Consumer Goods Food de EE UU, de 400 distribuidores y fabricantes para lograr la deforestación neta cero en 2020, con cadenas de suministro sostenibles.
En España también es necesario un gran acuerdo público-privado en materia de sostenibilidad que nos deje fuera de este particular ranking negativo.
Y ello a pesar de que hay ejemplos de compañías reconocidas globalmente por sus prácticas pioneras o por su posición en los índices globales de sostenibilidad.
Es preciso trabajar en una dirección conjunta que evite que, si no cubrimos el gap de inversión, tengamos que invertir con posterioridad hasta 10 veces más para afrontar las consecuencias de no prevenir.
Ello nos abrirá más posibilidades en sectores de la economía verde que reduzcan nuestra independencia energética, nos ayuden a generar más valor a nuestra economía y a generar empleo.
Ya contamos con entre 400.000 y 500.000 empleos verdes, un 2,2% del total, en una actividad que genera el 2,4% de nuestro PIB, según datos de Sustainlabour, con la asistencia de la OIT. Y más de 1 millón de nuevos empleos verdes podrían crearse de aquí a 2020.
Tomás Pastor es Director de Sostenibilidad y Cambio Climático de Ernst & Young 
FUENTE 


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