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sábado, 18 de diciembre de 2010

El bambú despierta interés en la lucha contra el cambio climático.

Es barato y resistente, no requiere de mucha agua, crece rápido y es inmensamente fuerte. Además, el bambú tiene una alta capacidad de absorber dióxido de carbono, lo que lo convierte en un aliado para mitigar los efectos del calentamiento global.
La fibra del bambú es de gran utilidad en la construcción de viviendas por ser flexible, lo que la convierte en un material capaz de resistir desastres naturales como ciclones, terremotos y tormentas.

Coosje Hoogendoom, directora general de la Red Internacional del Bambú y Ratán (INBAR, por sus siglas en inglés) resaltó que el bambú "es un gran recurso para impulsar el desarrollo económico y se puede adquirir fácilmente en los países más pobres de África, Asia y Latinoamérica", en la reciente conferencia de la ONU sobre el cambio Climático celebrada en Cancún, México.

Pero, aún cuando el uso de la fibra de bambú en la región tiene una tradición centenaria, su verdadero valor es poco apreciado pues se percibe como la "madera del hombre pobre", indicó Álvaro Cabrera, coordinador regional de la red INBAR para América Latina y el Caribe.

El bambú, en términos relativos a su peso, "es más resistente que el acero, más barato que la madera, utiliza mucha menos energía en su procesado que el cemento, y puede sortear los terremotos", agregó Cabrera.

La producción de fibra de bambú, según el representante de INBAR, requiere de poca inversión inicial y es un material que debería ser conocido como "la madera del hombre inteligente".

Tratada como mala hierba

Existen más de mil especies de bambú en el mundo. El 34% de ellas crece en Latinoamérica. Sólo en México se han registrado 36 especies.

Las propiedades de la planta han despertado un gran interés en el sector construcción.

En el informe El bambú: Estudio del mercado mundial, del ministerio de Agricultura, Ganadería, Desarrolloro Rural, Pesca y Alimentación de México, la planta es considerada "una plaga", sobre todo para tierras donde se cultiva café, plátano y tabaco.

Sin embargo, el cultivo del bambú de las especies Angustifolia y Bambusa Vulgaris ha despertado interés en el mundo en las últimas décadas debido a "sus posibilidades de sustituir a la madera en la construcción", señala el informe.

Un modelo comparativo de INBAR señala que, en un periodo de 10 años, una hectárea de bambú mozo (Phyllostachys pubescens) en China captura 30 toneladas de dióxido de carbono más que una plantación del mismo tamaño de abeto chino (Cunninghamia lanceolada).

Crece su uso en Latinoamérica
Actualmente son siete los países latinoamericanos que forman parte de la red INBAR: Argentina, Chile, Cuba, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Aunque es sólo en estos tres últimos países donde la utilidad del bambú ha ganado impulso.

No obstante, el interés es más generalizado.
Aunque es poco conocido en México, algunas comunidades ya lo usan como una alternativa barata y resistente.
Un informe del gobierno mexicano reconoce que el uso del bambú en reemplazo de la madera convencional podría generar "beneficios económicos, sociales y ecológicos al país".
El diputado y especialista en temas agrarios Alberto Jiménez Merino indicó que hay mucho por hacer para promover el desarrollo del la industria del bambú en México.
"El gobierno debe reconocer al bambú dentro de las normas, reglamentos y leyes para la construcción", afirmó.
Jiménez Merino confirmó haber solicitado al Gobierno Federal, previo acuerdo con las Comisiones de Agricultura y Medio Ambiente, incorporar a México como miembro de INBAR.
Fuente: BBC Mundo

De Cancún a Durban.

Ni pesimismo paralizante ni optimismo adormecedor:

Activismo fundamentado

El conjunto de las ONGs presentes en Cancún durante la celebración de la Convención del Clima de Naciones Unidas, COP 16, han saludado los resultados de esta cumbre como un importante paso adelante en la lucha internacional contra el cambio climático. Y su valoración coincide con la de los organizadores del evento y la del conjunto de las delegaciones de los más de 190 países participantes. La única delegación que se ha opuesto al acuerdo, la de Bolivia, lo ha hecho para reclamar medidas más efectivas.

Esta valoración positiva está justificada: a pesar de las bajas expectativas de conseguir acuerdos tras el fracaso de Copenhague, a pesar de una crisis económica que incita a gobiernos y ciudadanía a centrar la atención en los problemas inmediatos, Cancún ha restablecido la confianza en una negociación climática universal.

Todos los países han aceptado, atendiendo a las recomendaciones de la comunidad científica, la necesidad de alcanzar acuerdos vinculantes y justos de fuertes reducciones de gases de efecto invernadero y evitar así que el aumento de temperatura supere los 2°C. Afortunadamente, pues, el negacionismo está perdiendo la batalla y la racionalidad se impone.

Ya no es posible negar la evidencia del fuerte incremento en la frecuencia e intensidad de los desastres climatológicos; del retroceso de las nieves perpetuas que está poniendo en peligro el acceso al agua potable de miles de millones de seres humanos; de la acelerada pérdida de biodiversidad y aumento de la desertificación; de la erosión de las costas con la subida del nivel del mar; de la extensión de plagas, dańos en la agricultura, incremento de las hambrunas y un largo y creciente etcétera de graves consecuencias también económicas.

Ya no es posible seguir hablando de procesos naturales o de apostar por la simple "adaptación" al cambio climático mientras seguimos quemando combustibles fósiles. Como ha afirmado en Cancún el presidente de la Agencia Internacional de la Energía "no nos podemos permitir el lujo de seguir retrasando las actuaciones".

La gravedad de la situación está obligando a rectificar a los gobiernos y Cancún ha supuesto un paso importante en esa dirección, superando el pesimismo que parecía haberse instalado tras Copenhague y retomándose la negociación multilateral. Se ha acordado establecer un Fondo climático internacional (Green Climate Fund), para vehicular las necesarias aportaciones de los países industrializados a los países en desarrollo para que éstos contribuyan también a la reducción de emisiones. Se ha avanzado en el establecimiento del Programa de las Naciones Unidas para la Reducción de las Emisiones Derivadas de la Deforestación y la Degradación Forestal en los Países en Desarrollo, tomando en consideración los derechos de las poblaciones indígenas y la protección de la biodiversidad (UN-REDD). Y aunque todavía no es legalmente vinculante, ha habido acuerdo en que los países industrializados asuman un compromiso conjunto de reducción de emisiones del 25 al 40%, tal como recomienda la comunidad científica.

Aunque somos conscientes de que resulta insuficiente, todo ello debe ser valorado positivamente como pasos en la buena dirección y viene a cuestionar el pesimismo paralizante extendido antes de la Cumbre. Pero debemos evitar igualmente un optimismo adormecedor que puede llevarnos a pensar que los problemas están resueltos y no son necesarios nuevos esfuerzos: todas las medidas acordadas en Cancún han de verse concretadas en la próxima cumbre del clima que tendrá lugar en Durban, Sudáfrica, a fines de 2011. Será allí donde ha de firmarse el acuerdo ambicioso, justo y vinculante prefigurado en Cancún. Tenemos un largo y difícil camino por delante. Los educadores, los medios de comunicación, la comunidad científica y los movimientos ciudadanos debemos ejercer la presión necesaria sobre los responsables políticos para que hagan honor a los compromisos adquiridos en Cancún, firmando y poniendo en vigor el acuerdo. Éstas son razones para un activismo fundamentado que ha de impregnar nuestra labor profesional y ciudadana.

Educadores por la sostenibilidad

Boletín Nº 57, 17 de diciembre de 2010

http://www.oei.es/decada/boletin057.php

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