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miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Para quién es bueno el cambio climático?

¿Se puede hacer negocio con el cambio climático? Parece que sí. En un atlas, el Global Adaptation Institute recomienda inversiones privadas en ciertos países, en función de sus posibilidades de adaptación ante el cambio climático.

Se trata de una herramienta, de un índice, que analiza y expone las debilidades y fortalezas de los distintos países, las mejoras que deben introducir para atraer la inversión, así como sus posibilidades de adaptación a los efectos del calentamiento global. El mecanismo es simple: cruzan los datos de análisis de vulnerabilidad, que incluye variables como la salud, la producción de alimentos, el acceso al agua potable o sus recursos energéticos, con las posibilidades de adaptación y de preparación de dichos países, las cuales tienen que ver con la situación económica social y gubernamental.
Mediante el análisis de estos parámetros, el Global Adaptation Index pretende convertirse en una especie de agencia de calificación, al estilo Moody´s o Standard & Poor, pero del cambio climático. Radio Nederland ha hablado sobre este tema con Aída Vila, responsable de la campaña de cambio climático para Greenpeace España. “Si se posicionan como el equivalente de las agencias de calificación de riesgos, esto ya es para temblar,” advierte. “Y si encima tratan un problema tan grave como el cambio climático en términos de negocio para los países industrializados, que son los mayores responsables del mismo, ya es el colmo del negocio redondo. Con la adaptación que ellos proponen, seguirán sin frenar el problema y, además, sangrando a los países más vulnerables, los que están afectados y que son menos responsables”.
Adaptación
Es importante tener en cuenta que las soluciones que propone el Global Adaptation Institute poco tienen que ver con el desarrollo de políticas y estrategias para la mitigación del fenómeno. El instituto acepta que el cambio climático es un mal irreversible y que no se puede hacer nada para paliarlo, por lo que sus recomendaciones, con el objetivo de hacer negocio, se basan en la adaptación. Ésa es precisamente la crítica que pronuncian diversas ONG´s como Greenpeace y otros organismos que trabajan en la lucha contra el calentamiento global, a cuyo juicio este índice presenta un mensaje engañoso y, en ningún caso, tiene la intención de hacer frente a un problema de suma gravedad. En vez de ello, busca generar dinero, inversiones y especular con la situación de vulnerabilidad que existe en muchos países.
Del “negacionismo” al negocio
También es importante establecer la procedencia de este proyecto y quiénes son sus artífices. El Global Adaptation Institute es una organización dirigida por Juan José Daboud, ex número dos del Banco Mundial, y cuyo asesor principal es el ex – presidente español José María Aznar. Precisamente este último ha sido una de las personalidades más reconocidas por abanderar la causa del ‘negacionismo’ ante el cambio climático. Ya en el 2008, su visión sobre el impacto de este fenómeno generó todo tipo de críticas. Aznar llegó a poner en duda los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), de la ONU, sobre las causas humanas del calentamiento global.
Si recogemos cualquiera de las declaraciones que el ex – presidente español hizo sobre el tema, nos encontramos con afirmaciones como las siguientes: “El cambio climático no es un fenómeno real, sino una teoría científicamente cuestionable que se ha transformado en una nueva religión cuyos abanderados son enemigos de la libertad”. También Mariano Rajoy, actual candidato a presidente del Gobierno por el Partido Popular, restaba entonces importancia a este fenómeno.
Muchos creen que este acercamiento de Aznar hacia lo que en el Instituto entienden como una aportación para frenar el cambio climático, no es sino el ejemplo de la especulación, el poder de los lobbies y el intento de extender las políticas neoliberales con esta excusa.
Greenpeace apunta a algunas de estas causas. “Lo que ha pasado ahora para este cambio de discurso es que es tan grande la evidencia del cambio climático que el negacionismo se queda sin argumentos. Y lo que estamos viendo puede ser el Plan B o la segunda estrategia: no negamos el problema pero planteamos la cuestión en términos de adaptación. Y encima, esta adaptación genera negocio. Se está omitiendo lo que realmente es importante, que es frenar el cambio climático”.

Revolución energética
La falta de inversión en energías renovables y la falta de concienciación y responsabilidad de gobiernos, instituciones y sector privado de determinadas industrias, suponen un grave problema para aquellos organismos que luchan por establecer políticas energéticas sostenibles que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático, porque no interesa, no es rentable y no es negocio.
¿O acaso sí? Quizás se pueda plantear ese “negocio”, entendido como desarrollo sostenible, desde el punto de vista de la responsabilidad social. Algo que implique la mejora de infraestructuras, la creación de empleo. Precisamente Greenpeace acaba de lanzar su último informe, Energía 3.0, en el que plantea otras opciones. Según las conclusiones del mismo, un país como España puede llegar a ser 100% renovable en toda su demanda energética. “Lo que se demuestra en este estudio es que podemos cubrir con fuentes renovables, en el año 2050, toda la demanda energética de la España peninsular”, afirma Aída Vila, de Greenpeace, “no solo es que sea posible, sino que es más barato que seguir como hasta ahora”.
Tal y como se desprende de este estudio, poner freno a los avances del cambio climático es una responsabilidad de todos los países del mundo. Hay que trabajar en reducir los efectos generados y causados por el hombre. Si no realizamos este esfuerzo y nos concentramos en esa adaptación al cambio climático, seguiremos destruyendo recursos.
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Ciencia para el cambio

En estos días se está celebrando en Ávila un congreso internacional de ecología. El millar de ecólogos de más de cincuenta países intentan responder desde la ciencia al rápido cambio ambiental. Treinta y seis sesiones paralelas y más de quinientos paneles resumen las principales investigaciones ecológicas de la actualidad.
Pero los científicos no nos conformamos con resumir nuestros hallazgos. En un mundo bajo presión, los científicos que trabajamos en temas ambientales buscamos fórmulas para anticipar, atenuar y gestionar el cambio global que afecta al Planeta.

En su conferencia plenaria de ayer, Jordi Bascompte, ilustre científico del CSIC, nos mostró las más sofisticadas herramientas para entender la arquitectura de la vida y se planteaba, o mejor dicho, nos planteaba a todos, cómo poder usarlas para simular las respuestas de las comunidades animales y vegetales al cambio climático, los impactos de la extinción de especies y la introducción de exóticas invasoras.


Stuart Chapin, profesor de la Universidad Alaska Fairbanks, ha ido más lejos en su conferencia plenaria. Chapin nos ha recordado los cambios que sufre el planeta y se ha centrado en cambios regionales importantes que tienen repercusiones globales, con ejemplos de Alaska, donde reside e investiga. Nos ha contado como al fundirse los hielos árticos, las morsas tiene problemas porque cada vez los hielos flotantes quedan en zonas de mar más profundo; como las morsas se alimentan en el fondo marino han tenido que trasladarse a las zonas costeras porque el fondo marino les queda demasiado abajo en los hielos que aun no se han fundido.

Este cambio de instalar las colonias en las costas en lugar de sobre los hielos flotantes está teniendo grandes impactos no solo en las morsas sino en toda la red trófica terrestre y marina.
Para aquellos que no se hacen una idea de que significa una subida de ”apenas” dos o tres grados en la temperatura media del planeta, Chapin nos mostró que eso se traduce en que a finales de este siglo los años más fríos serán los que ahora son los más cálidos. Es decir, el caluroso 2003, que redujo la productividad del planeta como nunca hasta entonces y que acabó con la vida de más de 20.000 europeos, sería, por ejemplo, uno de los años más fríos a finales del siglo XXI. También nos contó como la intensidad de los incendios está cambiando, particularmente en las zonas subpolares del hemisferio norte. Ahora se queman capas más profundas del suelo y ello acarrea que las comunidades vegetales que se establecen tras el incendio son muy diferentes. Estos incendios afectan también a la fauna mayor, con implicaciones no solo ecológicas sino también en las comunidades humanas de la zona. Por ejemplo los cazadores tienen problemas para poder circular y cazar en las zonas quemadas, y constatan que aunque los alces regresan des pues de varios años a las zonas quemadas, los ciervos no.
Pero el desafío que nos planteo Chapin no fue sólo con cuestiones científicas. De hecho el principal desafío nos lo planteó a partir del concepto de “environmental stewardship”, un término de difícil traducción al castellano que viene a indicar la gestión responsable y sostenible de los ecosistemas. Chapin enfatizó una vez más la necesidad de comunicar la ciencia a la sociedad y a los políticos y gestores, pero esta comunicación debe ser bilateral, el flujo de información debe ir en ambos sentidos.
El cambio ambiental trasciende a la ecología y los científicos deben ser no solo escuchados sino que deben escuchar lo que las sociedades necesitan, entienden y valoran. La idea es impulsar a los jóvenes a liderar este cambio con bases científicas ya que ellos tienen la motivación y la pasión para cambiar la sociedad, y porque ellos heredan el planeta que vamos dejando las generaciones anteriores. Identificar vías para la comunicación con iniciativas y agrupaciones locales. Y, por supuesto, no esperar a que la ciencia esté lista, a que lo sepamos todo, para empezar a actuar.
Una vez más, el mensaje de Chapin incide en la rapidez del cambio y en la necesidad de actuar cuanto antes. Sin embargo, Chapin nos instó a cambiar el enfoque: hablemos de soluciones y no de problemas. En clara sintonía con lo que hemos ido escribiendo en este blog, si los científicos nos centramos en documentar la crisis ambiental y cuantificar los problemas, la sociedad se desconecta del discurso. Por el contrario, el plantear desafíos a resolver entre todos va sacando lo mejor de cada uno, desde la creatividad o la capacidad de innovación hasta la coordinación de iniciativas y la ayuda en la transferencia de ideas e información.
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