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viernes, 12 de agosto de 2011

El cambio climático no tiene compasión con los más pobres

En Cusco 450 familias desarrollan tecnologías contra nuevos escenarios. El Perú busca invertir S/. 3 mil mlls al año en mitigación y adaptación a nuevas temperaturas
IANA MÁLAGA
La señora Antonia Nifla, de 45 años, rememora los días de su infancia en que los cerros de su comunidad se vestían de blanco. “Pero poco a poco se fueron deshielando”, dice con rabia en la cara.
Y si su abuelo podía criar 400 alpacas al año, Antonia solo tiene 80 cabezas de ganado y hace enormes esfuerzos para que no mueran de improviso. “Antes, las temporadas de lluvia eran más largas, pero ahora el agua que cae del cielo viene por períodos más cortos y es mucho más intensa. Eso inunda nuestras casas y destroza los pastos”, dice. La señora Nifla pertenece al caserío de Chiluyo, una zona baldía de la provincia de Espinar, en Cusco, donde los pobladores ganan S/.150 al mes por criar alpacas para el autoconsumo y vender lana.
FRÁGILES ANTE EL CLIMA

Coporaque y Suykutambo son dos comunidades altoandinas, de la provincia de Espinar en Cusco, que últimamente enfrentan variaciones extremas de temperatura y distorsiones en los períodos de lluvia que no dan tregua. Cualquiera que visite estas zonas por encima de los 4.000 metros sobre el nivel del mar puede darse cuenta de que acá los efectos del cambio climático llegaron con fuerza y sin previo aviso. Por ejemplo, en el caserío de Chiluyo, en Suy-kutambo, la temperatura llega a 20 grados centígrados al mediodía, pero baja a menos 12 grados centígrados en la madrugada.
“El mayor problema es que estas poblaciones tienen menos agua que hace unos años”, explica Lorena del Carpio, oficial del cambio climático en Oxfam. Eso influye en la vida de las alpacas y las ovejas que crían los campesinos. Debido a la falta de líquido, los animales no encuentran la calidad de pasto que había antes y poco a poco van perdiendo peso hasta morir. Y si bien los pobres del Perú no conocen mucho de ciencia, ellos son los más expuestos a sufrir las consecuencias del cambio climático. “Ellos viven en zonas donde se hoy es evidente que las temperaturas han cambiado drásticamente y, por ende, se han alterado los ciclos agrícolas”, indica Eduardo Durand, jefe de la Dirección General de Cambio Climático del Ministerio del Ambiente (Minam).
El experto del Minam señala que hoy el Gobierno debe trabajar en una estrategia integral y multisectorial (que abarque los ministerios de Agricultura y de Energía) de adaptación a los riesgos frente al cambio climático en los territorios más pobres del país.
Por lo pronto, Durand señala que, actualmente, el Estado viene impulsando inversiones por encima de los S/.30 millones al año para frenar el impacto del cambio climático con acciones de mitigación y adaptación. De ese monto, 37% corresponde a proyectos que están en pleno proceso de ejecución y 63% en proceso de negociación.
CON POCO DINERO
“Pese al crecimiento económico del país, la realidad es que muchas zonas de la sierra tienen niveles impactantes de pobreza y exclusión”, recuerda Giovanna Vásquez, responsable de la campaña Crece de Oxfam en el Perú, que tiene como objetivo llamar la atención sobre el grave problema del hambre y el cambio climático en el mundo. Así, la especialista cree que no se podrá mejorar el desarrollo rural en el país si a la par no se interviene con una estrategia agrícola contra el cambio climático.
“Las cosechas de los alimentos ya no son las mismas de antes y el pequeño agricultor se desconcierta ante la manera en que reaccionan el clima y sus cultivos por los cambios en el ambiente”, comenta Vásquez.
Pese a las enormes inclemencias, en algunas zonas del Perú los pobres vienen desarrollando pequeños proyectos para adaptarse al cambio climático. “El campesino más vulnerable no puede esperar a que el Estado prepare planes a largo plazo para atenderlos”, comenta Durand.
De hecho, en Coporaque y Suykutambo unas 450 familias han recibido apoyo técnico de Oxfam y Asociación Proyección (ONG de Cusco) para implementar en sus caseríos reservorios de agua cubiertos por geomembranas, sistemas de riego por aspersión y sistemas de alerta tempranas para monitorear las temperaturas y las lluvias del día a día. En algunos casos también se han instalado muros trombe; es decir, sistemas de calefacción que permiten a las familias soportar las gélidas temperaturas que hay en la noche.
“De todas formas requerimos más apoyo, pues las heladas que acá se presentan son el peor enemigo de nuestros cultivos”, dice Adriano Pauccara, agricultor de Coporaque que a unos metros de su hogar ha instalado un reservorio de agua que le sirve para enfrentar las épocas de secano.

Bajo ese escenario sería conveniente preguntar al Gobierno que se ha estrenado, qué políticas y programas de desarrollo rural empezará a aplicar para priorizar el manejo del agua y las tecnologías agrarias (que no requieren gran inversión) para elevar el nivel de vida de las familias altoandinas y, al mismo tiempo, proveerlas de alimentos y formas de adaptación a los cambios drásticos de temperaturas.


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