Recientemente, el término "visión compartida" ha comenzado a ser utilizado en determinados procesos que buscan encontrar un acuerdo para enfrentar una problemática, debiendo considerarse el espíritu que guía ese acuerdo, y por tanto que cruza y articula todos sus componentes y alcances.
por Francisco Soto
Para enfrentar el cambio climático, y para las negociaciones que se rigen bajo la institucionalidad de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y específicamente para el momento crucial que se ha vivido en las últimas dos semanas de la Conferencia de las Partes 17 (COP-17), en Durban, Sudáfrica; dicha visión compartida debería basarse en la intención de los gobiernos que nos representan, por lograr un acuerdo mundial que frene la intensidad de las manifestaciones del cambio climático, mediante una estabilización de las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento de la atmósfera, y los efectos adversos consecuentes expresados como eventos climáticos extremos y adversos.
En otras palabras, la manera de prevenir que eventos climáticos extremos sigan causando desastres en países tan pobres y vulnerables como el nuestro, no sólo comprende la reducción de la vulnerabilidad socio-económica, ambiental e institucional que el país acontece; ni sólo las acciones de petición de auxilio financiero a la cooperación internacional para la recuperación de las pérdidas económicas, ambientales y humanas después que un desastre ya haya sucedido; si no que incluye ineludiblemente, y debe fundamentarse, en la visión que la mitigación de las causas del cambio climático es la única manera como se puede impedir que eventos extremos incrementen aún más su intensidad y frecuencia, y por tanto, reducir el riesgo de desastres. La mitigación efectiva del cambio climático significa la intervención de acciones reales, permanentes, sostenibles y adicionales de reducción de emisiones, especialmente de dióxido de carbono del sector energético de los países industrializados.
Lo anterior requiere el establecimiento de varios "números" que garanticen la consecución de la mitigación efectiva del cambio climático dentro de la visión compartida entre los gobiernos que discuten y deciden sobre el clima. Lo primero es establecer el nivel de temperatura máximo al que se puede llegar con base en el nivel de contaminación de la atmósfera que ya se ha alcanzado y que de cierta manera es irreversible. Ese nivel de aumento de temperatura, establecido hace un año en la COP-16 de Cancún, es de 2°C, con una visión optimista que ese nivel pudiese no sobrepasar 1.5°C. Nos preguntamos ¿qué hay de malo con un aumento de 2°C?. La respuesta es fácil: si el cambio climático que experimentamos actualmente es debido a un aumento de aproximadamente 0.8°C de la temperatura superficial promedio, respecto al valor promedio en 1750 (cuando inició la revolución industrial); podemos imaginar entonces la clase de eventos meteorológicos extremos y desastres que nos esperan, con una desestabilización energética del sistema climático equivalente a 2°C.
No obstante, en Cancún, el establecimiento de los 2°C como límite máximo de aumento de la temperatura promedio superficial mundial para finales de siglo, no se acompañó por otros números que deben garantizar que dicho umbral no sea sobrepasado. Más bien, en Cancún se firmó un acuerdo que permitió a los países industrializados colocar metas de reducción de emisiones de manera voluntaria, y en el cual sólo se aceptó que el año en que las emisiones deben formar un pico máximo, debería alcanzarse "lo antes posible".
Obligatoriamente, y según los hallazgos y recomendaciones de la ciencia y de los expertos en el tema alrededor del mundo; para que el aumento de la temperatura no sobrepase los 2°C, se necesita que dicho año pico de las emisiones sea antes de 2015, para luego comenzar a descender hasta alcanzar reducciones de entre 40 y 45% respecto de las emisiones de 1990 en el año 2020, y reducciones de hasta el 90% respecto de las emisiones de 1990 en el año 2050.
Las metas fijadas arbitrariamente por los países desarrollados hace un año en Cancún, y que no han tenido ninguna variación beneficiosa para el clima durante las reuniones de Bangkok, Bonn y Panamá en 2011; siguen apuntando hacia un aumento de la temperatura de más de 4°C; un aumento bajo el cual, los sistemas naturales y humanos, incluidos todos y cada uno de los sectores socio-económicos imperantes (agricultura, seguridad alimentaria, recursos hídricos, infraestructura, vivienda, salud, biodiversidad, energía y turismo), no podrían implementar ningún tipo de adaptación que fuere posible.
En Cancún, todos los países, incluido el nuestro y todos los centroamericanos, y excepto Bolivia, se sumaron al Acuerdo que apunta a ese aumento de más de 4°C, y que abrió una puerta para que el Protocolo de Kioto, que es el único instrumento legalmente vinculante para la reducción de las emisiones, pueda ser prácticamente demolido en Durban. Quizás el Acuerdo de Cancún y las negociaciones durante 2011 hasta antes de la de Durban, han tratado de salvaguardar el proceso multilateral de negociaciones de la CMNUCC, que ya había sido bastante afectado desde la reunión de Copenhague en 2009; pero no han salvaguardado lo más importante, que es la protección de la integridad del sistema climático del planeta, y por tanto de todos los seres que en él habitamos.
Nos encontramos a la espera de los resultados de la reunión de Durban; la cual se inauguró bajo una sombrilla de pronósticos apuntando a la eliminación del Protocolo de Kioto. De hecho, en Durban se han escuchado beligerantes dudas de si en realidad es el momento para establecer los números que identifiquen la meta global de reducción de emisiones y el calendario para el pico máximo de las mismas, y que garanticen un aumento máximo de 2°C; o de si este es un tema que debería abortarse y dejarse para después, por falta de preparación y consenso, y en realidad por falta de una visión compartida. Pareciera que se está hablando de otra cosa que no es el sistema climático y la vida que en él habita.
Durante la reunión de las negociaciones del clima, en 2008, realizadas en Poznán, Polonia; un activista se disfrazó de un oso polar refugiado climático, y portaba un rótulo que decía "NO COINS IT´S CHANGE WHAT WE NEED"; lo cual debo traducir como "no es limosna lo que necesitamos, si no un cambio", un cambio hacia un estilo de vida menos consumista y dependiente de los combustibles fósiles.
Hoy me doy cuenta que aquella leyenda concuerda exactamente y en pocas palabras con lo que debería ser una visión compartida para enfrentar el cambio climático actual y futuro; a la salida de una reunión en la que los países industrializados han llegado a buscar una mayor flexibilización del cumplimiento de sus compromisos para evitar lo más posible reducir sus niveles de contaminación de la atmósfera, y en la que muchos países en desarrollo sólo han llegado a pedir limosna para recuperarse de los desastres provocados por el cambio climático, sin el espíritu necesario para salvaguardar la vida de La Tierra, y sin la visión de que no habrá ningún monto financiero, ni tecnologías, que ayuden a un país como el nuestro a recuperarse de desastres causados por un cambio climático abrupto de más de 2°C.
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http://www.lapagina.com.sv/editoriales/59612/Una-vision-compartida-ante-el-cambio-climatico
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