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lunes, 6 de febrero de 2012

Basura: el cambio empieza por casa

La basura es un problema de la especie humana. No se lo deje a la naturaleza para que se lo reserve.

Uno de los problemas más complejos para los centros urbanos de hoy es la disposición de sus desechos, especialmente de aquellos que tienen un fuerte impacto ambiental. De ahí que las iniciativas que apuntan a discriminar la basura según su clase -orgánica o inorgánica, reciclable o desechable- deben ser impulsadas y sostenidas desde el Estado, tanto municipal como nacional o provincial, para que lleguen a convertirse en la tendencia dominante en un futuro cercano.

Aunque es incuestionable la responsabilidad estatal en el tratamiento de la basura y en la consecución de un sistema que se expanda hasta incluir la mayor parte de lo que se produce, es igualmente indiscutible que se requiere una profunda tarea de concienciación en la población. Porque, como en toda cuestión en la que están implicados intereses colectivos, sólo a partir de la propia responsabilidad ciudadana es como se podrán obtener resultados positivos para todos.

En el mundo la basura es un problema que viene in crescendo hace años. Lo es en la Argentina y también en Resistencia y el área metropolitana, donde cada día se producen alrededor de 400 toneladas de residuos urbanos. Pero de esta cifra casi la tercera parte no se recolecta sino que se acumula en calles, veredas y basurales improvisados por los mismos vecinos a la vuelta de su casa.

Resistencia, un inmenso basural

La basura que se recoge en nuestros domicilios sin discriminación alguna junta desechos orgánicos de rápida descomposición con otros como los plásticos, cuya degradación tarda 450 años. Tiene como destino final los tiraderos a cielo abierto, sitios que en realidad son monumentales focos de infección que ocasionan daños a la piel, vías respiratorias y ojos, además de que promueven la aparición de distintas enfermedades infecciosas, como la que en estos días acarreó la muerte de una mujer en Resistencia. La piedra del escándalo que se instaló en el debate público y que involucra a la administración municipal, principal responsable de la gestión de los residuos, salpica al gobierno provincial y ha promovido el interés de organizaciones de la sociedad civil, como Ciudad limpia.

Estamos muy lejos de contar con políticas públicas para el control y tratamiento de los residuos. Años de postergar decisiones, de mirar para otro lado y de transferir responsabilidades han culminado en lo que recién parecemos advertir: Resistencia y el área metropolitana se trasformaron en un inmenso basural.

Sin embargo, se observa una saludable preocupación y compromiso de todas las autoridades implicadas. De hecho, este año se creó el Ministerio de Planificación y Ambiente, hoy involucrado de lleno en la búsqueda de acciones conjuntas y soluciones.

El Ejecutivo provincial se vio obligado a declarar la emergencia ambiental por 180 días, que contempla tanto el tratamiento de los desechos urbanos como la educación de la comunidad, la regulación del uso de agroquímicos y la delimitación de áreas verdes, entre otras cuestiones que hacen a una provincia ambientalmente sustentable.
En este período de tres meses, además, junto a la municipalidad capitalina y todos los municipios, se buscará encarar acciones concretas. Es imprescindible que las autoridades se tomen muy en serio este compromiso, y potencien conductas positivas entre sus ciudadanos

Hoy es nuestro momento y nuestra responsabilidad

Hoy es el momento: Resistencia requiere un plan integral de gestión que contemple la prevención, reutilización, reciclaje y disposición o destino final de la basura, y que definitivamente se acuerde el lugar para la localización del Centro Integral de Disposición final de Residuos Sólidos.
Sin embargo, y más allá de que la autoridad debe ejercer su poder para que esta norma se convierta en hábito cotidiano, los ciudadanos podemos y debemos cooperar voluntaria y decididamente.

Nuestros hábitos cotidianos tienen mucho que ver con la degradación global del planeta. Actos tan rutinarios como tirar la basura sin separarla, o adquirir los alimentos envasados en materiales antiecológicos o no reciclables, contribuyen en gran medida a la contaminación medioambiental.

Sólo hay que cambiar viejos hábitos y aplicar la teoría de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.

La desidia nuestra de cada día

Sea cual fuere la zona donde uno resida, la calidad de vida en Resistencia se ve afectada por un deterioro dramático y el “codiciado” casco céntrico poco puede envidiar a barrios que se consideran “peligrosos, feos y marginales”.

La basura reina en todas partes, el espacio público resultante es tierra de nadie, donde todo vale y en el que las cosas sólo funcionan bajo la ley del “qué me importa”. La población tiene una baja cultura vial, en muchos casos con “licencia” para actuar según sus propias leyes.

Frente a un ideal de cohabitación respetuosa, democrática y participativa, prevalecen los comportamientos excluyentes, arbitrarios, ofensivos a la dignidad humana y el reconocimiento de un mundo que cada día es más plural y legítimamente diverso.

Constituimos apenas un primitivo conglomerado de personas, con diferentes orientaciones éticas y culturales, que se define por el anonimato, el desarraigo, la pérdida de afectividades y solidaridad. Cada cual hace lo que considera conveniente en un momento determinado.


Hacia el desarrollo sostenible


Impacto ambiental y socioeconómico de los residuos sólidos urbanos.

Durante un largo período el único tratamiento que se dispensó a los residuos urbanos fue su recogida y posterior traslado a determinados puntos más o menos alejados de los núcleos habitados donde se depositaban para que la mera acción de los organismos vivos y los elementos favoreciesen su desaparición. Mientras en su composición predominaron las materias orgánicas y los materiales de origen natural (cerámica, tejidos naturales, vidrio), y las cantidades vertidas se mantuvieron en niveles pequeños, no supusieron mayor problema.

Posteriormente el desarrollo económico, la industrialización y la implantación de modelos económicos que basan el crecimiento en el aumento sostenido del consumo, han supuesto una variación muy significativa en la composición de los residuos y de las cantidades en que son producidos. Se han incorporado materiales nuevos como los plásticos, de origen sintético, han aumentado su proporción otros como los metales, los derivados de la celulosa o el vidrio, que antes se reutilizaban abundantemente y que ahora se desechan con gran profusión.

El modelo de explotación insostenible de los recursos naturales que caracterizó a las primeras etapas del desarrollo industrial ha empezado a entrar en crisis. Problemas como el agujero en la capa de ozono, el calentamiento global, la destrucción de los bosques primarios, la desaparición de la evidencian un atolladero de dimensiones planetarias.
Se empiezan a atisbar los primeros síntomas claros de agotamiento en los ecosistemas y las consecuencias de todo tipo que de ello se derivarán para la humanidad.

En respuesta a esta situación está surgiendo un nuevo concepto: el desarrollo sostenible, nacido de la Conferencia de Medio Ambiente y Desarrollo de Río de 1992. Éste se caracterizó entonces al proclamarse que ‘el derecho al desarrollo debe cumplir de forma equitativa con las necesidades de desarrollo y de carácter medioambiental de las generaciones presentes y futuras‘.

En definitiva se pretende que se satisfagan las necesidades humanas actuales de acuerdo a una estrategia que respetando los recursos, disminuyendo la degradación ambiental y evitando la contaminación, no hipoteque el futuro de las próximas generaciones.

Este cambio de paradigma ha influido en la gestión de los residuos, que han pasado de la consideración de basuras indeseadas a la de fuente de materias primas que nuestra sociedad no puede permitirse el lujo de desaprovechar.
Paralelamente empieza a calar la idea de que la correcta gestión y aprovechamiento de los residuos constituye un nuevo yacimiento de empleo y una oportunidad nada desdeñable para el desarrollo económico.

No buscar culpables

El concepto básico del que debemos partir es el de la autorregulación ciudadana, que busca que los vecinos acepten y respeten normas mínimas de comportamiento, apelando a mecanismos de probidad y de solidaridad social.

“El mejor residuo es aquel que nunca se produjo -explica-. El acto de comprar ya es determinante, porque es donde decidimos qué desecho vamos a generar. Allí se juega el futuro de nuestra bolsa de basura. Es fundamental tener en cuenta que sean envases que posteriormente pueda separar y derivar al reciclado y evitar los descartables o los materiales laminados compuestos por mezclas de plásticos o plástico y papel. Con pequeñas pautas incorporadas, ir al supermercado dejará de ser simplemente tirar algo adentro de un carrito.

Tener un poco más de conciencia tiene que ver con hacerme preguntas sencillas y actuar en consecuencia. Es como un ejercicio: en la medida en que nos vayamos informando y educando, al ir de compras tendremos la variable presente y el ejercicio irá creciendo. Lo ideal no es buscar culpables sino plantearte cuál es tu rol y qué podés hacer‘.

Residuos urbanos, un problema de todos

¿Qué podemos hacer los ciudadanos?

El agotamiento de los recursos naturales en las últimas décadas ha llevado al ser humano a preocuparse por el medio ambiente y a plantearse soluciones para evitar esta situación. El reciclaje y aprovechamiento de lo que un día fue útil es uno de los mecanismos que se utilizan para evitar el rápido deterioro de la Naturaleza, dándole así tiempo de recuperarse de las heridas sufridas debido a la explotación desmedida por parte de los seres humanos en nombre del progreso.

En primer lugar, deberíamos hacer una reflexión sobre cómo queremos vivir y cómo queremos que sea el mundo en el que vivimos.

Si la idea que se nos viene a la mente es “en armonía con el medio natural”, es el momento de poner a punto una serie de actuaciones simples, cotidianas, que unidas a muchas otras de otros tantos ciudadanos, harán que mejore la calidad de vida de nuestro entorno, y en definitiva, la nuestra.

La ley de las tres R

Podemos comenzar por adherir a la propuesta de las asociaciones ambientalistas, llamada la “Ley de las tres R”, muy sencilla de aplicar.

Reduzca

* Adquiera productos de todo tipo en envases de gran capacidad y, preferiblemente, reutilizables. Evite los envases de un solo uso.

* Lleve sus propias bolsas a la compra.

* Trate de no comprar productos con envoltorios dañinos. Lo importante es el producto, no que el embalaje sea atractivo.

* Evite utilizar, en la medida de lo posible, artículos desechables como pañuelos de papel, rollos de cocina, vasos y platos de cartón, cubiertos de plástico. La industria de productos de usar y tirar es la que genera más basura en todo el mundo.

* Conserve los alimentos en recipientes duraderos. No abuse del papel de aluminio.

* No compre pequeños electrodomésticos para realizar operaciones que sea fácil hacer a mano.

* Evite utensilios y juguetes que funcionan a pilas. Si no es posible, utilice pilas recargables o pilas verdes no contaminantes.

* Al utilizar papel para escribir, no escriba sólo en una cara y luego tire la hoja. Utilice el otro lado para notas, borradores, tomar apuntes, dibujar. También puede utilizar el papel viejo para envoltorios.

* Procure hacer fotocopias por las dos caras.

* Si tiene jardín, recicle la materia orgánica. Utilícela como abono

* Reutilice las bolsas de plástico que le den en el supermercado para guardar la basura.

Recicle

* Separe los materiales que componen la basura para reciclar racionalmente. Utilice bolsas distintas para la basura orgánica, para el papel y el cartón, para los envases de vidrio y otra para el resto de envases (brik, plástico, latas). Deposite cada tipo de residuo en los contenedores que las autoridades locales han dispuesto al efecto.

* Para hacer una tonelada de papel es necesario talar 5,3 hectáreas de bosque. El consumo anual en nuestro país obliga a cortar unos 20 millones de grandes árboles. Tome medidas: consuma menos papel, compre papel reciclado y envíe a reciclar todo el papel que le sea posible.

* No tire al contenedor otros residuos como plástico, cartones de leche (contienen plástico y aluminio), latas.
* El papel de los periódicos es el más fácil de reciclar ya que está hecho de fibra de madera. Si en nuestro país se reciclase la décima parte de los periódicos de un año, salvaríamos 700.000 árboles.

* No guarde ni mezcle con la basura los envases vacíos o con restos de medicamentos ni los que han caducado.

Usted, ¿esconde su basura debajo de la alfombra?

Lo que unos tiran y otros comen

Un basural es un espacio informal, que funciona generalmente en la periferia de la ciudad, que no respeta normas y genera un fuerte impacto ambiental. Pero es más que eso. Es un espacio de alta conflictividad entre diversos actores sociales.
¿Qué hace usted con sus desechos domiciliaros? ¿Los mezcla a todos en una misma bolsa y los deja en la calle? ¿Los tira en algún contenedor de los que hay en las avenidas, bulevares, esquinas y espacios públicos? ¿Los quema en su patio, en la calle, en algún baldío cercano? ¿Los arroja al río o en la casa de otra gente?
¿Separa usted los residuos que produce o mezcla vidrio, plástico, papel, restos de comida, desechos sanitarios, todo junto?
No olvide que los recolectores a menudo recogen su basura sin guantes ni protección alguna. Pueden lastimarse con lo que usted desaprensivamente tira de cualquier modo.
Y, sobre todo, no olvide que en ese montón indiferenciado de basura, espejo de su propia indiferencia, muchas mujeres, niños y adultos buscan día a día su único alimento.

La bolsa irresponsable

Llamamos basura a una bolsa irresponsable, con todos los materiales mezclados. Irresponsable porque es la materialización de que no nos interesa qué pase con ella. La sacamos a la calle y ahí termina nuestro problema. ¿Cuánta gente se pregunta qué ocurrió luego con esa bolsa? ¿Desapareció mágicamente y listo?

Llegará un día en que no habrá lugar para más porque un 50 por ciento de lo que tiramos no es biodegradable. Pasarán 20 años antes de que las seis o siete bolsas con las que volvemos cada día de la compra desaparezcan, y más de 300 para que no queden rastros de la botellita de agua que tomamos hoy.

La realidad indica que imperativamente todos debiéramos separar los residuos en origen y que la responsabilidad primaria del problema está en cada hogar, cada hábito y cada decisión de consumo que se toma.

Es importante señalar una diferencia fundamental: basura y residuos no son sinónimos. Lo que fue separado no es basura. Ahí comienza el compromiso de cada uno en hacer que los materiales que descartamos entren en la categoría de residuos potencialmente reciclables.

Tus hábitos serán tu destino

La gran pregunta es si la acción individual sirve de algo frente a estadísticas tan tremendistas. Gandhi decía “tus hábitos se convertirán en tu destino”. Si bien los beneficios son colectivos, el proceso de cambio es estrictamente individual y personal.

Implica el compromiso de reducir al máximo el impacto que genero sobre el ambiente en todos los ámbitos en los que me desenvuelvo y en todas las decisiones que tomo.

Como ejemplo, un dato: la Casa Garrahan de Resistencia se construyó con lo recaudado gracias a residuos reciclables: tapitas, cartón y botellas plásticas.

“El papel no es basura”, dicen los integrantes de Ciudad Limpia de residuos recicables y reutilizables.

Basura Cero

Se estima que sólo en la segunda ciudad de la provincia, Presidencia Roque Sáenz Peña, cada día se generan más de 100.000 kilos de residuos urbanos; mientras que en otras localidades también enfrentan el problema de la disposición final de los desechos.

Cabe recordar que la provincia inició los trámites para la incorporación al plan nacional de gestión de residuos sólidos que tiene financiamiento del Banco Mundial y, según se indicó desde el área de Medio Ambiente, el Chaco está a la cabeza de la lista para que el próximo año sea considerada la solicitud y se deposite la primera parte de los fondos destinados a la ejecución de todo lo relacionado con el tratamiento de los desperdicios urbanos.

Mientras tanto, en otros lugares del país y del mundo, la ciudadanía comienza a plantear la necesidad de lograr el modelo de “Basura Cero” que incluye el reciclado, y propone reducir el consumo, a la vez que reclama a las industrias que fabriquen productos que estén preparados para ser reutilizados, reparados o reciclados, es decir que estén listos para volver al mercado o a la naturaleza.

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