¿Cuántos de nosotros no hemos escuchado este comentario?
Parece ser la frase que algunos suelen usar para justificar las porquerías del sistema, pero, yo les propongo: díganselo a una persona trabajadora privada de un ser querido a causa de la guerra contra el narcotráfico, díganselo a un ciudadano trabajador que haya perdido su patrimonio en el 94, díganselo a trabajadores cuyos hijos corran el riesgo de ser maculados por el deplorable sistema educativo marca Elba Esther Gordillo. Exprésenle semejante ofensa a mineros que se desviven por ganarse el pan a cambio de ser explotados; díganselo a campesinos que madrugan a diario para ganarse la papa. Son voces que se unen a los cantos de protesta.
¿Cómo pretenden arreglar todo con un “pónganse a trabajar”?, o
¿acaso el dinero les es tan suficiente que esbozan indiferencia ante el salario mínimo?
No, señores, las cosas no son así; durante 200 años de presunta libertad han habido millones de mexicanos esforzándose día con día, ¿cuáles han sido los resultados? Sí, hay mucha gente que vive esperando a que todo le caiga del cielo, pero estos los encuentras en todos los bandos.
Lo irónico de la frase es que, ante las circunstancias, un cambio precisamente significa darse cuenta de que las cosas no están bien (aunque muchos pretendan convencernos de que sí). Pero comentaristas con el poder de la caja idiota, y a los cuales pocas veces tenemos la oportunidad de responderles, hacen su mayor esfuerzo para denostar los movimientos de inconformidad, asociándolos con una explosión de ira, rencor y hasta de cobardía, mira nada más. Los lenguajes de la comunicación.
Aquella sociedad robotizada por la rutina del trabajo y los distractores de la tecnología que Erich Fromm se cansó de señalar, parece ser alguna de las connotaciones que el “pónganse a trabajar” oculta. Un sistema que prefiere ciudadanos sumisos y ajenos a los fallos de la máquina, trabajando todos los días en pro de los bolsillos de quienes están al mando; sin cuestionar, si preguntarse, sin protestar. Un sistema en el que, como puede leerse en La trukulenta historia del kapitalismo de Rius, quien más trabaja gana menos y quien menos trabaja (el capitalista) gana más; o sea, el más pobre más chingado y el rico más chingón.
No podemos basar el futuro de nuestro pueblo en el egoísmo. El modelo político que ha gobernado hasta la fecha nos ha fallado (la historia lo demuestra), y el que se viene no parece ser uno diferente. Por ello hay justa razón para protestar, porque tanto daño no se olvida y mucho menos se perdona.
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domingo, 8 de julio de 2012
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