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lunes, 31 de diciembre de 2012

2013. ¿Y ahora qué? Una nube de compromisos

Boletín Nº 85 
 Al comienzo de este nuevo año debemos reconocer que no se cumplieron las expectativas que habíamos puesto en 2012 gracias a su proclamación como Año Internacional de la Energía Sostenible para todos y a la celebración de la Cumbre Rio+20.

Ni estos eventos extraordinarios, ni la anual Convención del Clima (Doha, 2012), específicamente centrada en la acuciante problemática del cambio climático, han producido avances significativos hacia la sostenibilidad.

La falta de compromisos vinculantes para hacer frente a la actual situación de emergencia planetaria fue particularmente decepcionante en la Cumbre Rio+20 sobre Desarrollo Sostenible: el documento “El futuro que queremos” aprobado a su término solo contiene buenas intenciones y vagas promesas.
Así lo denunció, entre otros, el Grupo Principal de Comunidades de Ciencia y Tecnología (una de las nueve comunidades que tuvieron acceso oficial al proceso de negociación), lamentando que el documento final no se refiriera al concepto de “límites planetarios”, ni se hubiera aprovechado la oportunidad para expresar la “profunda alarma” de la comunidad científica sobre el estado de los recursos del planeta,  el aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero, la inseguridad alimentaria, etc.

Y lamentó, sobre todo, que no se hubieran sentado las bases para una urgente transición hacia una economía baja en carbono y solidaria, que evite los desastres ecológicos y sociales y haga posible un futuro sostenible. Ha faltado, como venimos insistiendo en estos boletines, voluntad política, que no es solo la voluntad de los políticos, sino la del conjunto de la sociedad: hemos de reconocer que, pese al esfuerzo de algunas instituciones y personas, no se ha ejercido la presión social requerida sobre los líderes políticos.

Parece que la urgencia de la crisis económica ha impedido a buena parte de los movimientos sociales y medios de comunicación ocuparse debidamente de los retos planteados por el Año Internacional de la Energía Sostenible para todos y por la Cumbre de la Tierra Rio+20, para hacer frente al conjunto de problemas, estrechamente vinculados, que amenazan nuestro futuro.

Parece no haberse comprendido todavía que la actual crisis solo puede resolverse en la medida en que demos paso a un nuevo modelo económico que propicie un desarrollo humano realmente sostenible.
Un desarrollo que ponga en marcha una profunda transición energética, hoy técnicamente posible, para hacer accesibles a todos recursos energéticos limpios y renovables y reducir drásticamente las emisiones de efecto invernadero.
Un desarrollo que posibilite la gestión racional y sostenible de los recursos básicos y la estabilización de la población por debajo de la capacidad de carga del planeta; que garantice la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza; que disminuya los inaceptables desequilibrios actuales, etc.
Es preciso comprender y hacer comprender que la construcción de un futuro sostenible no es algo que pueda posponerse para ocuparse ahora de “lo urgente”, es decir, de la crisis económica.
Es, por el contrario, la única vía para superar esta crisis, que no es solo económica sino socio ambiental y que se agrava aceleradamente.

No debemos olvidar, sin embargo, que está en nuestras manos lograr que “las buenas intenciones y las vagas promesas” de Rio+20 se traduzcan en hechos.
Está en las manos de todas y todos seguir impulsando el futuro que queremos y que necesitamos. Ejemplos precedentes como el acuerdo mundial -largamente pospuesto también pero finalmente logrado- para dejar de producir los “freones”, que destruyen la capa de ozono, nos hacen ver la necesidad y posibilidad de perseverar hasta alcanzar el éxito.
Por ello, cuando comienza 2013 hay que saludar que la Cumbre de la Tierra Rio+20 no se diera por terminada con la firma de un documento de buenos propósitos y se crearan instancias para el seguimiento e impulso de los compromisos voluntarios adquiridos por todo tipo de instituciones (desde organismos internacionales como la Unión Europea, a gobiernos nacionales o empresas), con metas concretas para periodos definidos de tiempo.
En particular se creó la web “La nube de compromisos” (http://www.cloudofcommitments.org/) en la que se da cuenta de los avances en la realización de cada uno de los proyectos (que superan ya los 250). Esa web, que conviene visitar y divulgar regularmente, se convierte así en una eficaz presión positiva y tiene, además, un efecto de llamada para la incorporación de nuevos compromisos y puede contribuir –si se le da la debida difusión- a la creación del clima social necesario para vencer inercias e intereses particulares a corto plazo realmente suicidas. En la misma dirección, como respuesta a los resultados de Río +20, el Secretario General de Naciones Unidas lanzó en agosto de 2012 una red nueva e independiente de centros de investigación, universidades e instituciones técnicas para ayudar a encontrar soluciones a los problemas que ejercen más presión a nivel social, económico y del medio ambiente. Dicha Red de Soluciones para el Desarrollo Sustentable (http://www.unsdsn.org/ SDSN por sus siglas en inglés) deberá ser también una herramienta esencial para identificar y compartir los mejores caminos para avanzar hacia un desarrollo sostenible. Esa es, pues, la alternativa: la comunidad científica, la educativa y la ciudadanía en general hemos de proseguir e incrementar los esfuerzos hasta lograr un clima de exigencia social que convenza de la necesidad y de las ventajas para todas y todos de la transición a la sostenibilidad.

Educadores por la sostenibilidadBoletín Nº 85, 1 de enero de 2013 

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