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miércoles, 12 de junio de 2013

Cambio climático y guerra

CHEMA CABALLERO

A pesar de recientes guerras o algunas que parecen no tener fin, en África subsahariana asistimos a una disminución del número de conflictos. Este fenómeno tiene sus causas, entre otras, en la dinámica geopolítica, el enraizamiento de la democracia con sus elecciones multipartidistas y en la cada vez mayor integración regional. Sin embargo, hay un elemento que estos factores no pueden controlar y que según algunos expertos puede ser el detonante de nuevas guerras en el continente africano en un futuro no muy lejano: el cambio climático.

Marshall Burke
Hace ya algunos años, en 2009, un estudio de la Universidad de California, liderado por el profesor y economista Marshall Burke, pronosticó que un aumento de la temperatura de la tierra de solo un grado centígrado daría lugar a la posibilidad de que las guerras en África subsahariana aumentase en al menos un 50%, hacia el año 2030.

El argumento principal de los investigadores que firman el estudio es que cualquier cambio de temperatura afectará a las cosechas lo que repercutirá, de manera muy especial, en los países de África subsahariana que dependen, principalmente, de la agricultura y la ganadería. Cuando las temperaturas se eleven, la supervivencia de muchos africanos estará en peligro y, consecuentemente, los más empobrecidos no dudarán en tomar las armas.

Ese mismo año, en 2009, un informe del Banco Mundial también destacaba que el cambio climático sería especialmente grave en África subsahariana donde afectaría a las principales fuentes de supervivencia de la mayoría de los países, especialmente agricultura y ganadería.

Cuatro años después de aquellas previsiones, es decir en el actual 2013, nuevos estudios parecen indicar que no habrá que esperar hasta 2030 para que África Subsahariana empiece a sentir seriamente los efectos del cambio climático. Los expertos estiman que para 2020 entre 75 y 250 millones de personas sufrirán como consecuencia de los cambios en el nivel hídrico del continente. Para 2100 se prevé que el nivel del mar se eleve 50 centímetros, lo que supondrá que, incluso antes de 2080, 70 millones de personas que viven en las zonas costeras sufran por las inundaciones. También se espera que para 2050 la mayor parte del Sahara, por ejemplo, sufra pérdidas en agricultura que representarán entre el 2 y 7% del PIB de los diversos países. En otros lugares del continente, para la misma fecha, las cosechas de arroz, trigo y maíz se reducirán alrededor de un 14, 22 y 5% respectivamente.

Estos informes también coinciden en que el cambio climático representa un reto tanto social como económico para la mayoría de los países del África subsahariana donde los principales sectores de sus economías son muy sensibles al clima, como resulta con la agricultura, la ganadería, la pesca, la energía, el turismo…

Piensan los estudiosos que esto se traducirá en una lucha por el control de los recursos hídricos y las tierras cultivables de África que, como ya sabemos, sufren un continuo acoso y son presa de la acaparación o la explotación salvaje por parte de multinacionales y estados extranjeros. En el día a día, la escasez de recursos se traducirá en un aumento de la tensión social que, evidentemente, desembocará en conflictos cada vez más violentos.

Es por eso que los distintos expertos piensan que cualquier programa que tras la fecha mágica de 2015 (consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio) se quiera establecer en África para reducir la pobreza tiene que tomar muy en cuenta el elemento climático. Además tienen que ser muy flexibles y tener bastantes recursos para garantizar que las diversas comunidades locales puedan adaptarse al cambio climático y estar protegidas de sus efectos.

Si se ignora este elemento, se condenará a miles de africanos a una vida de pobreza y avocarlos al conflicto por el control de sus medios de subsistencia.

Como también sabemos, África es el continente que mayormente sufre las consecuencias de un cambio climático al que sus distintos países prácticamente no han contribuido. También es la región del mundo que cuenta con menos medios para luchar contra él.

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