El especialista advirtió que la velocidad a la que se calienta el planeta es más grande que las oscilaciones de clima de origen natural. Foto: Internet
Organización Editorial Mexicana
14 de julio de 2013
La Prensa
Ciudad de México.- Ante la complejidad del cambio climático, una definición obligada, el estado del tiempo, es lo que aparece cada mañana en el ambiente: sol, lluvia, viento o nublados. En tanto que "clima" es lo que se espera que ocurra en determinada época del año: ambiente caliente para verano, o frío en invierno y, sin duda, lluvias en la Ciudad de México durante los meses mayo-junio, aunque también define las condiciones promediadas en cierto periodo.
Pero de pronto el promedio de éste varía de una temporada a otra. Los veranos, por ejemplo, son más calientes que antes; el actual lo es más que el anterior, y aumentó respecto a varios anteriores; además se espera que el próximo se manifieste muy caliente, comparado con el resto.
Lo preocupante es que la humanidad se acerca a una encrucijada en la que no sabe a dónde va. Entramos en terrenos de los que no regresaremos con facilidad a lo que conocemos como normalidad, advirtió Carlos Gay García, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM.
Los apologistas del clima argumentan que tal fenómeno es parte una oscilación natural, y tienen razón, la diferencia entre nuestra temperatura y la que había en el periodo cuaternario se sitúa en cinco grados menos, pero vivir en una temperatura así sería como estar en una glaciación, ejemplificó el investigador.
Además, si cinco grados cambian a lo largo de 100 mil años, (un grado cada 20 mil años, o medio grado cada 10 mil años), eso indica que ahora algo ocurre con el clima, es decir, la velocidad a la que se calienta el planeta es más grande que las oscilaciones de clima de origen natural, advirtió.
Eso es lo preocupante. Sometemos a la naturaleza a presiones a las que nunca se había enfrentado. Hace 125 mil años pudo haber una población de apenas unos cuantos cientos de miles de habitantes en todo el planeta. En los años 80 aumentó a tres mil millones. Actualmente, la cifra alcanza siete mil millones.
Ante ese incremento desmesurado, el especialista relacionó el fenómeno con el modelo de vida occidental: eso es, a fin de cuentas, lo que modifica la velocidad de los cambios, pues también aumenta la cantidad de agua que bebemos y de los alimentos que ingerimos; además, el confort está basado en el consumo de energía.
Se piensa en los costos del cambio climático porque, si no se hace algo, aumentarán. Todos los cálculos apuntan hacia allá. El economista Nicholas Stern habla del impacto de éste en la economía, y afirma que podría costar entre cinco y 20 por ciento del PIB mundial, al año, refirió Gay García.
Si no se invierte en detener y mitigar los efectos de esa modificación, el costo reducirá el crecimiento económico. Aún más, debido a las características físicas del problema, la humanidad vivirá bajo los efectos del calentamiento global los próximos 100 años, y las condiciones dependerán de la voluntad de las naciones, de los políticos y de la fuerza de la sociedad para obligar a que se hagan las cosas de manera diferente, indicó.
El universitario mencionó las propuestas de solución planteadas en el Protocolo de Kyoto y en el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), cuya operatividad radica en modificar los sistemas de mercado a fin de reducir las emisiones contaminantes de manera eficaz; ello, "si suponemos que se acepte la idea de que se encuentren los caminos idóneos, algo de lo que no estoy convencido".
Según Gay García, tal como están los mercados no funcionan para este tipo de problemas, pues fueron pensados con base en una naturaleza infinita. No obstante, el ingenio humano encontrará oportunidades en medio de esta situación, pronosticó.
"Para vivir en un mundo con dos grados más de temperatura tendremos que desarrollar tecnología, producir energía de forma más eficiente. De alguna manera, se ven tendencias en ese rumbo. Desafortunadamente no es el caso de México", reconoció.
Por lo que se refiere al agua, lamentó que el 70 por ciento de la potable disponible aún se utilice en labores agrícolas. "Una situación ineficiente. Mientras el país la pierde a través de la exportación de hortalizas, los campesinos la requieren en su parcela, donde siembran maíz".
Otra vertiente de solución, según el investigador, se encuentra en la forma de reconocer y evaluar los efectos del cambio climático. "En el contexto de la academia, deben modificarse los sistemas de evaluación y las formas de juzgar la ciencia para aprovechar la coyuntura innovadora y volverse visionarios. De otro modo seguiremos en la posición de seguidores".
Finalmente, se refirió a un punto crucial en la reducción de emisiones contaminantes: "No se ha decidido si se optará por las energías alternativas o las renovables. ¿Este asunto estará a consideración en la reforma energética?", cuestionó
Ciudad de México.- Ante la complejidad del cambio climático, una definición obligada, el estado del tiempo, es lo que aparece cada mañana en el ambiente: sol, lluvia, viento o nublados. En tanto que "clima" es lo que se espera que ocurra en determinada época del año: ambiente caliente para verano, o frío en invierno y, sin duda, lluvias en la Ciudad de México durante los meses mayo-junio, aunque también define las condiciones promediadas en cierto periodo.
Pero de pronto el promedio de éste varía de una temporada a otra. Los veranos, por ejemplo, son más calientes que antes; el actual lo es más que el anterior, y aumentó respecto a varios anteriores; además se espera que el próximo se manifieste muy caliente, comparado con el resto.
Lo preocupante es que la humanidad se acerca a una encrucijada en la que no sabe a dónde va. Entramos en terrenos de los que no regresaremos con facilidad a lo que conocemos como normalidad, advirtió Carlos Gay García, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM.
Los apologistas del clima argumentan que tal fenómeno es parte una oscilación natural, y tienen razón, la diferencia entre nuestra temperatura y la que había en el periodo cuaternario se sitúa en cinco grados menos, pero vivir en una temperatura así sería como estar en una glaciación, ejemplificó el investigador.
Además, si cinco grados cambian a lo largo de 100 mil años, (un grado cada 20 mil años, o medio grado cada 10 mil años), eso indica que ahora algo ocurre con el clima, es decir, la velocidad a la que se calienta el planeta es más grande que las oscilaciones de clima de origen natural, advirtió.
Eso es lo preocupante. Sometemos a la naturaleza a presiones a las que nunca se había enfrentado. Hace 125 mil años pudo haber una población de apenas unos cuantos cientos de miles de habitantes en todo el planeta. En los años 80 aumentó a tres mil millones. Actualmente, la cifra alcanza siete mil millones.
Ante ese incremento desmesurado, el especialista relacionó el fenómeno con el modelo de vida occidental: eso es, a fin de cuentas, lo que modifica la velocidad de los cambios, pues también aumenta la cantidad de agua que bebemos y de los alimentos que ingerimos; además, el confort está basado en el consumo de energía.
Se piensa en los costos del cambio climático porque, si no se hace algo, aumentarán. Todos los cálculos apuntan hacia allá. El economista Nicholas Stern habla del impacto de éste en la economía, y afirma que podría costar entre cinco y 20 por ciento del PIB mundial, al año, refirió Gay García.
Si no se invierte en detener y mitigar los efectos de esa modificación, el costo reducirá el crecimiento económico. Aún más, debido a las características físicas del problema, la humanidad vivirá bajo los efectos del calentamiento global los próximos 100 años, y las condiciones dependerán de la voluntad de las naciones, de los políticos y de la fuerza de la sociedad para obligar a que se hagan las cosas de manera diferente, indicó.
El universitario mencionó las propuestas de solución planteadas en el Protocolo de Kyoto y en el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), cuya operatividad radica en modificar los sistemas de mercado a fin de reducir las emisiones contaminantes de manera eficaz; ello, "si suponemos que se acepte la idea de que se encuentren los caminos idóneos, algo de lo que no estoy convencido".
Según Gay García, tal como están los mercados no funcionan para este tipo de problemas, pues fueron pensados con base en una naturaleza infinita. No obstante, el ingenio humano encontrará oportunidades en medio de esta situación, pronosticó.
"Para vivir en un mundo con dos grados más de temperatura tendremos que desarrollar tecnología, producir energía de forma más eficiente. De alguna manera, se ven tendencias en ese rumbo. Desafortunadamente no es el caso de México", reconoció.
Por lo que se refiere al agua, lamentó que el 70 por ciento de la potable disponible aún se utilice en labores agrícolas. "Una situación ineficiente. Mientras el país la pierde a través de la exportación de hortalizas, los campesinos la requieren en su parcela, donde siembran maíz".
Otra vertiente de solución, según el investigador, se encuentra en la forma de reconocer y evaluar los efectos del cambio climático. "En el contexto de la academia, deben modificarse los sistemas de evaluación y las formas de juzgar la ciencia para aprovechar la coyuntura innovadora y volverse visionarios. De otro modo seguiremos en la posición de seguidores".
Finalmente, se refirió a un punto crucial en la reducción de emisiones contaminantes: "No se ha decidido si se optará por las energías alternativas o las renovables. ¿Este asunto estará a consideración en la reforma energética?", cuestionó
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