“Deseamos que vayan muchos estudiantes peruanos al Reino Unido, que cada vez comerciemos más. Así como el Perú es más que Machu Picchu, el Reino Unido es más que los Beatles”.
“Mi objetivo como embajador es reconectar al Perú con el Reino Unido. Hemos tenido buenos años, pero quiero llevar la relación a lo que llamamos interés preferencial, es decir, que seamos más cercanos en temas como el comercio y la educación. Nuestro objetivo es duplicar nuestro comercio en cinco años. También queremos que el pueblo peruano conozca nuestra posición con respecto a las islas Falkland (Las Malvinas), cuya población, mediante un referéndum, decidió seguir perteneciendo al Reino Unido. Y también he venido a divertirme, pues he conectado con su gente”, nos dice Anwar Choudhury, el embajador del Reino Unido en el Perú.
¿Qué sabía del Perú antes de llegar a nuestro país?
Sabía que era un lugar donde ocurren cosas. Por el lado económico, ustedes están arriba. Cuando era director internacional en Temas de Educación para el Reino Unido, me di cuenta de que este era uno de los países con mejor proyección de la región, y no solo por su gastronomía. Por eso, la gente quiere conocerlo.
El Reino Unido fue, durante mucho tiempo, la primera potencia económica del mundo y, al menos en el discurso, un Estado preocupado por la libertad.
¿Esos ideales e intereses se mantienen?
Mi país tiene una gran historia, una tremenda historia, lo que nos enorgullece. Somos una de las grandes economías del mundo –hoy ocupamos el sexto lugar–, pero nuestras cifras económicas no son lo más importante. Lo más importante son nuestros valores: promovemos la democracia, los derechos humanos, etcétera. Y predicamos con el ejemplo para lograr este liderazgo mundial: les preguntamos a los escoceses si querían ser parte del Reino Unido. Fue un proceso difícil, que cualquier sociedad no se atrevería a emprender, pero nosotros lo hicimos. Brindamos liderazgo en la lucha contra el terrorismo: tenemos la amenaza del Estado Islámico y lo estamos combatiendo. En el caso del ébola, hemos destinado recursos para su estudio y control. En el tema del cambio climático, estamos comprometidos en enfrentarlo. Por eso, para la COP 20, que se celebrará en Perú en diciembre, estamos trabajando muy fuerte con su país para que el resultado de esta conferencia sea muy positivo.
Cuando a Malala Yousafzai, la joven de 17 años que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz, le dispararon en la cabeza, fue el Reino Unido quien la auxilió: la llevamos a nuestro país para que estudie. Así defendemos los valores que defendemos, así de preocupados estamos por la estabilidad del mundo, pues queremos ser una fuerza para el bien. Cuando trabajé en el gabinete económico del primer ministro, comprobé lo importante que es el Reino Unido para la economía del mundo, y esto es una motivación para trabajar más fuerte. Sin embargo, a lo largo de mi carrera he tenido muchos trabajos buenos, pero ninguno como el de embajador, por el servicio a la comunidad.
Uno ve al mundo de nuestros días y recuerda que el orden territorial actual se estableció después de las dos guerras mundiales, y que en este nuevo orden el Reino Unido tuvo mucho que ver.
¿Lo que vemos hoy en Siria, Iraq, Israel, Palestina, Irán, etcétera, es producto de esta reconfiguración impuesta?
Es imposible no admitir que hay cosas que no salen de la manera que uno espera. Sin embargo, recuerde que nosotros combatimos contra los nazis. En Bosnia, cuando la población civil era masacrada, nosotros salimos en su defensa. Sería muy arrogante decir que las potencias no cometen errores, pero lo importante es seguir intentando tomar buenas decisiones.
Lo inteligente fue combatir a los nazis. ¿Hoy, teniendo en cuenta, por ejemplo, la amenaza del Estado Islámico, qué es lo inteligente a hacer para que el mundo sea un espacio posible, vivible?
En mi humilde opinión, la única manera de combatir amenazas como la del Estado Islámico (EI) es darles pelea, levantarse y protestar. Esta gente viola, decapita, mata –sin importarle si las víctimas son cristianas, musulmanas, judías, inglesas, estadounidenses, francesas o peruanas–, y esto debe llevar a la gente honesta a pelear. En pleno siglo XX, el EI se comporta de una manera que es inaceptable. Los terroristas ganan cuando asustan a la gente buena. Por eso, no hay que asustarnos, no hay que dejarnos amedrentar: hay que actuar contra ellos.
Nosotros tuvimos una guerra interna y derrotamos a Sendero Luminoso con un trabajo de inteligencia, no solo con acciones armadas.
Repito: ¿cuál es la solución inteligente al peligro que representa el Estado Islámico?
La violencia siempre es la última solución. Por eso, nosotros nos preocupamos en incorporar el trabajo de inteligencia y trabajamos en persuadir, en hallar soluciones pacíficas, pero hay momentos donde no hay otra opción que la violencia: con algunos no se puede negociar. Pero, en el caso del EI, no estamos hablando de una dicotomía Este-Oeste, del capitalismo frente al comunismo, sino de extremistas. La gente moderada, que busca un mejor planeta y habitable, no puede permitir su avance. Yo he trabajado en las Naciones Unidas, y sé que el EI no es democrático, jamás se atrevería a preguntarle a la gente qué quiere. Nosotros respetamos los canales del diálogo, pero no hay que tener miedo de actuar. Cuando no se actúa a tiempo, muchos de estos problemas se vuelven inmanejables: recordemos a los nazis.
Vivimos una curiosa dicotomía: sociedades ‘modernas’ que viven en el siglo XXI y otras que, desde nuestra perspectiva occidental, resultan arcaicas…
Es importante recordar que en este planeta viven alrededor de ocho mil millones de personas. El Estado Islámico quizá represente, en el mejor de los casos, un millón de personas. Es decir, su porcentaje es ínfimo. No hay correspondencia alguna. Esta gente vive en un estado extremo de las cosas. Fue Bill Gates quien dijo que este mundo es mucho mejor que el que teníamos antes: hoy hay libertad, democracia; hay mejor salud, educación, Internet. No olvidemos esto, que el mundo marcha hacia adelante y con optimismo.
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