El año 2015 será decisivo para nuestro planeta: en diciembre de 2015 en París, el objetivo de la COP21 será concluir un acuerdo universal que permita limitar en dos grados el calentamiento climático. En esta ocasión del Día Internacional del Derecho de la Mujer, quisiera insistir en un punto importante: la promoción de la igualdad entre las mujeres y los hombres puede contribuir al éxito de esta negociación – al mismo tiempo, un éxito de la COP21 contribuiría a reducir estas desigualdades.
¿Por qué? Primero, porque las mujeres son las primeras víctimas de los cambios climáticos, ya que las poblaciones que padecen la pobreza son las más vulnerables, deben soportar la mayor parte de las consecuencias. Y como las mujeres constituyen el 70% de la población pobre a nivel mundial, serán, por esta razón, las más afectadas.
Según la ONU, cuando una catástrofe natural golpea una región, el riesgo de muerte es 14 veces superior en el caso de la mujer, principalmente porque no son un el objetivo prioritario en los programas de alerta y de prevención de estas catástrofes.
El cambio climático multiplica también los obstáculos que deben enfrentar las mujeres, que se ven obligadas a conseguir víveres, agua y combustible para su familia. Los efectos del cambio climático sobre la fertilidad de los suelos, sobre la disponibilidad del agua, es decir sobre la seguridad alimentaria en los países en desarrollo, ejercen una presión mayor sobre las mujeres. Otro elemento preocupante: esta situación repercute en una sobrecarga de trabajo para los hogares, lo que muchas veces lleva a que las niñas abandonen la escuela. La conclusión es simple: luchar contra el cambio climático es también luchar por el derecho de la mujer.
Las mujeres, primeras víctimas del cambio climático, son también muchas veces quienes aportan soluciones. Los especialistas en desarrollo lo subrayan: un programa concebido sin tomar en cuenta a las mujeres es menos eficaz que cuando el mismo programa es planificado con ellas. Esta lógica también es válida para las acciones de lucha contra el cambio climático –que constituyen programas de desarrollo. En Ruanda, el programa llevado a cabo por ONU Mujeres desde hace cinco años, que apunta a favorecer la participación de mujeres en quince cooperativas de la región de Kirehe, permitió un incremento notable de los rendimientos agrícolas y la difusión de las técnicas de producción particularmente “climato-protectoras”.
Otro ejemplo concreto: la campaña de reforestación de Kenia, que había sido lanzada, con el apoyo de los habitantes de su país, por Wangari Maathai –primera mujer africana en recibir el premio Nobel de la Paz- demostró la importancia del papel de las mujeres en la transición hacia un desarrollo más duradero.
Por todo esto, tengo una certeza: las mujeres deber ocupar el corazón de las estrategias nacionales y locales contra el cambio climático así como estar en el corazón de las negociaciones internacionales sobre este tema.
Como futuro presidente de la COP21 de París, me aseguraré de que esto ocurra. La batalla por el clima es un combate que hay que llevar a cabo por y con las mujeres.
Laurent FABIUS
Ministro de Asuntos Exteriores y del Desarrollo Internacional
¿Por qué? Primero, porque las mujeres son las primeras víctimas de los cambios climáticos, ya que las poblaciones que padecen la pobreza son las más vulnerables, deben soportar la mayor parte de las consecuencias. Y como las mujeres constituyen el 70% de la población pobre a nivel mundial, serán, por esta razón, las más afectadas.
Según la ONU, cuando una catástrofe natural golpea una región, el riesgo de muerte es 14 veces superior en el caso de la mujer, principalmente porque no son un el objetivo prioritario en los programas de alerta y de prevención de estas catástrofes.
El cambio climático multiplica también los obstáculos que deben enfrentar las mujeres, que se ven obligadas a conseguir víveres, agua y combustible para su familia. Los efectos del cambio climático sobre la fertilidad de los suelos, sobre la disponibilidad del agua, es decir sobre la seguridad alimentaria en los países en desarrollo, ejercen una presión mayor sobre las mujeres. Otro elemento preocupante: esta situación repercute en una sobrecarga de trabajo para los hogares, lo que muchas veces lleva a que las niñas abandonen la escuela. La conclusión es simple: luchar contra el cambio climático es también luchar por el derecho de la mujer.
Las mujeres, primeras víctimas del cambio climático, son también muchas veces quienes aportan soluciones. Los especialistas en desarrollo lo subrayan: un programa concebido sin tomar en cuenta a las mujeres es menos eficaz que cuando el mismo programa es planificado con ellas. Esta lógica también es válida para las acciones de lucha contra el cambio climático –que constituyen programas de desarrollo. En Ruanda, el programa llevado a cabo por ONU Mujeres desde hace cinco años, que apunta a favorecer la participación de mujeres en quince cooperativas de la región de Kirehe, permitió un incremento notable de los rendimientos agrícolas y la difusión de las técnicas de producción particularmente “climato-protectoras”.
Otro ejemplo concreto: la campaña de reforestación de Kenia, que había sido lanzada, con el apoyo de los habitantes de su país, por Wangari Maathai –primera mujer africana en recibir el premio Nobel de la Paz- demostró la importancia del papel de las mujeres en la transición hacia un desarrollo más duradero.
Por todo esto, tengo una certeza: las mujeres deber ocupar el corazón de las estrategias nacionales y locales contra el cambio climático así como estar en el corazón de las negociaciones internacionales sobre este tema.
Como futuro presidente de la COP21 de París, me aseguraré de que esto ocurra. La batalla por el clima es un combate que hay que llevar a cabo por y con las mujeres.
Laurent FABIUS
Ministro de Asuntos Exteriores y del Desarrollo Internacional
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