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martes, 14 de julio de 2015

Lecciones de los Incas para enfrentar cambio climático

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[CUSCO, PERÚ] Mientras las negociaciones en la 20ª Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP20) avanzaban lentamente en Lima, Perú, en diciembre, aproveché para viajar al Valle Sagrado de los Incas en Cusco, la capital del imperio incaico en los siglos XV y XVI. Quería ver cómo está afectando el cambio climático a los Andes peruanos. A través de imágenes y entrevistas, esta reportaje muestra cómo evalúan los investigadores los efectos del cambio climático y ayudan a la población local a adaptarse.

Mi primera parada fue en Moray, un sitio arqueológico que se encuentra a unos 3.500 metros sobre el nivel del mar. Moray acoge lo que pudo haber sido un centro de investigación agrícola en la época de los incas. Los expertos creen que el área de terrazas concéntricas se usó para experimentar el cultivo de especies de diferentes plantas silvestres a diversas alturas. De esta manera, los Incas pudieron averiguar qué plantas crecerían mejor a diferentes altitudes y temperaturas.

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Sitio inca de Moray, que parece haber sido una estación de investigación agrícola 
El nevado Chicón, en el sur de Perú, puede verse claramente desde las colinas que circundan Moray. Chicón se encuentra en la cordillera de Vilcabamba, una cadena de montañas que se extiende unos 260 kilómetros al noroeste de la ciudad de Cusco.

Los investigadores del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) han observado que los glaciares de la Cordillera han perdido casi un cuarto de su volumen en las últimas décadas.

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Chicón, una montaña en la cordillera de Vilcabamba 
La región del Cusco tiene 508 kilómetros cuadrados de glaciares, el área más grande de todas las regiones del Perú. En Moray, pregunté a Harol Miguel Alagón, mi guía de SERNANP, que está causando que los glaciares se derritan.

Me explica que las causas siguen siendo inciertas, pero que hay indicios de que el clima de la región ha cambiado, lo que ha provocado, por ejemplo, el calentamiento anormal de la superficie del océano Pacífico en su vertiente oriental tropical, fenómeno conocido como El Niño. “La temperatura media en los Andes se elevó 0,8 grados a lo largo del siglo pasado y en los últimos 40 años ha habido un aumento en la frecuencia e intensidad del fenómeno de El Niño”, dice Alagón.

El retroceso de los glaciares andinos probablemente se verá reflejado en los glaciares tropicales de todo el mundo si las temperaturas atmosféricas siguen aumentando a la tasa observada en las últimas décadas. Según el Banco Mundial, el Perú alberga el 71 por ciento de los glaciares tropicales del mundo. Sin embargo, en los últimos 30 años, la superficie de los glaciares peruanos se ha reducido en 22 por ciento.

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Los ríos andinos son alimentados en gran parte por las aguas del deshielo de los glaciares
En el viaje de cuatro horas a la ciudad inca de Machu Picchu conversé con Alagón sobre cómo el retroceso de los glaciares afectará la vida de la población local. “La mayoría de estos glaciares son pequeños, de menos de dos kilómetros cuadrados”, explica. “Sin embargo, proporcionan la mayor parte del agua que se utiliza para sostener la agricultura, abastecer a las ciudades andinas —sobre todo en otoño e invierno, la época más seca del año— y producir electricidad”, señala.


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Además de proporcionar agua para uso doméstico, los ríos andinos también son vitales para la agricultura y la generación de electricidad
Alagón subraya que la falta de agua puede causar conflictos entre la población local, dado que depende de este precioso recurso para el riego de sus cultivos, así como para el saneamiento básico.

Gran parte del hielo derretido en los Andes corre hacia el río Urubamba, que alimenta la central hidroeléctrica de Machu Picchu.

Los glaciares en el lado oriental de los Andes son también la fuente de los arroyos que alimentan los principales ríos de la cuenca Amazónica, al este. Estos glaciares contribuyen de manera importante a generar los sedimentos ricos en nutrientes de los ríos que sustentan la rica biodiversidad del área.

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La reducción de los glaciares podría causar conflictos locales a medida que el volumen del río disminuya
En las estribaciones de los Andes, donde comienza la llanura amazónica, los investigadores de la Estación Biológica de Villa Carmen —ubicada al norte de Cusco, a cargo de la ONG Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACCA)— están ayudando a la población local a adaptarse al cambio climático desarrollando una técnica para producir biocarbón, una forma de carbón vegetal usado como fertilizante.

Para hacer el biocarbón, se quema el bambú en un horno aproximadamente a 800 grados Celsius mientras se limita el suministro de oxígeno. Cinco horas más tarde, el bambú quemado es retirado del horno, enfriado con agua y molido en pequeños pedazos. El proceso completo demora alrededor de siete horas.

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Biocarbón, una forma de carbón vegetal usado como fertilizante, hecho de bambú
Yngrid Espinoza Villaruel, coordinadora de investigación agrícola en Villa Carmen, explica cómo funciona. “Al contacto con la tierra, el biocarbón actúa como un imán, reteniendo nutrientes importantes”, dice. “Eso ayuda a aumentar la fertilidad del suelo, contribuyendo  al crecimiento de diversas variedades de plantas”. La superficie porosa del biocarbón es particularmente acogedora para las bacterias y hongos que necesitan las plantas para absorber los nutrientes del suelo. También retiene el agua y aumenta la fertilidad de la tierra haciéndola menos ácida.

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El paso final en la producción de biocarbón es enfriarlo con agua y molerlo
Se necesitan alrededor de 5.000 toneladas de biocarbón para fertilizar una hectárea de tierra de cultivo. Esta técnica es muy común en China, pero ha sido introducida en Villa Carmen solo hace dos años. Los investigadores todavía están probando la técnica para verificar si realmente beneficia el suelo.

Me interesaba saber si los habitantes locales la habían adoptado. Espinoza me dice que las primeras señales son prometedoras, pero la producción de biocarbón todavía se sigue probando en las plantaciones de Villa Carmen. “El objetivo es desarrollar y mejorar la técnica y luego distribuirla a los agricultores locales”, dice.

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El biocarbón aumenta la fertilidad del suelo haciéndolo menos ácido
No obstante, los estudios de la estación muestran que la técnica ya está generando beneficios económicos a la población local. Heather Nobert, asistente de investigación en biocarbón en Villa Carmen, dice que los investigadores les compran a los pobladores el bambú que conviertan en biocarbón. “Pagamos 1.5 soles (alrededor de 50 centavos de dólar) por cada bambú que nos traen”, informa.

Actualmente, los investigadores están probando el efecto fertilizante del biocarbón en los cultivos de yuca, maíz, pimientos y caña de azúcar.

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El biocarbón actúa como un imán, ayudando el suelo a retener nutrientes importantes
Los investigadores de Villa Carmen también están trabajando para mejorar las prácticas agrícolas locales. Muchos agricultores cultivan variedades no indígenas, que no son adecuadas para el suelo local y que, por eso, reducen gradualmente su fertilidad. Como resultado, los agricultores pronto descubren que los cultivos ya no crecen más. “Entonces abren nuevas áreas de pastos muchas veces quemándolos para desbrozar las áreas arbóreas”, indica Yhilbonio Farfán, trabajador de Villa Carmen.

En Latinoamérica, la tala de bosques para la agricultura contribuye a la intensificación del cambio climático. Los investigadores de Villa Carmen me aseguran que esta práctica está alterando el microclima y el ciclo del agua en esta región del Perú.

Pregunto a Farfán si los agricultores locales están sintiendo ya los efectos del cambio climático. “La temporada de lluvias en la región ya no es como antes”, responde. “Llueve menos en momentos en que debería llover más”.

Los principales impulsores de la pérdida de bosques siguen siendo la explotación forestal y la ganadería. La deforestación en la Amazonía peruana se incrementó significativamente en 2013. Cerca de 145.000 hectáreas de selva fueron taladas el año pasado en comparación con un promedio de 113.000 hectáreas por año desde 2001, de acuerdo con las cifras presentadas en la COP20 por Gustavo Suárez de Freitas, quien dirige el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente de Perú.

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Los bosques de neblina son bosques siempre verdes en las montañas, con frecuencia envueltos en niebla y nubes
Con esto en mente, nos pusimos en marcha para subir 3.000 metros hasta los bosques de niebla de la Estación Biológica de Wayqecha —también a cargo de la ACCA—, cerca a la región del Cusco. Wayqecha significa hermano en quechua, la lengua indígena. Este centro de investigación se encuentra en la entrada principal del Parque Nacional del Manu, que alberga un hábitat de bosque húmedo y rico en especies.

En Perú, los “bosques de neblina” se encuentran principalmente en la vertiente amazónica de los Andes. Aunque algunos están en áreas protegidas, muchos otros son vulnerables a la deforestación o ya han sido profundamente desbrozados.

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Para restaurar las áreas degradadas de los bosques de niebla se cultivan árboles locales y otras plantas
Conversé con Carlos Manuel Zariquiey, coordinador científico de las estaciones de Wayqecha y Villa Carmen sobre los esfuerzos para reforestar las áreas degradadas del bosque de niebla. “Replantamos especies de plantas locales y árboles”, dice. “Hemos elegido especies locales porque no causan ningún tipo de estrés al suelo y crecen más fácilmente”.

En el interior de un invernadero, Zariquiey me muestra las plántulas de aliso, Queñua, llama llama y árboles de Chachacoma. Explica que la ganadería y los deslizamientos son las principales causas de la degradación de la tierra en la región. "Al replantar las especies cultivadas en Wayqecha, estamos tratando de limitar la erosión del suelo", añade.

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Los deslizamientos de tierra son una de las principales causas de la erosión en la región
Para ayudar a cultivar las plantas, los investigadores de Wayqecha han construido un biodigestor que transforma la materia orgánica en abono líquido y ofrece biogás para abastecer a la estación con energía eléctrica.

Con su trabajo, ACCA está ayudando a la gente de las regiones andinas y amazónicas a cultivar variedades de plantas de forma sostenible sin afectar a la calidad del suelo o degradar los bosques para la agricultura. El objetivo es ayudar a la población local a adaptarse a las nuevas condiciones ambientales, desarrollar modelos para predecir los cambios futuros y comprender mejor el comportamiento de las especies de los bosques, el clima y los animales.

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