PANDEMIA Y MEDIO
AMBIENTE: VEREMOS Y
DESPUÉS LO SABREMOS
Mariano Jäger y Carlos Fernández Balboa
Especial para sitio IADE-Realidad Económica
11-06-2020
Replantear la economía desde el ambiente,
desde la vida. Una mirada post Covid-19.
En el 2012, el periodista y científico David Quammen escribió un libro cuyo título
hoy resulta escalofriante: “Spillover (derrame, o desbordamiento) – Infecciones
animales y la próxima pandemia humana”. Allí planteaba que la causa de la próxima
epidemia mundial se debería a un virus zoonótico proveniente de un animal silvestre –
probablemente un murciélago- originario de algún mercado de China. Sus predicciones
partían del conocimiento de que las aproximadamente 1100 especies de
quirópteros (Chiroptera), más conocidos como murciélagos, representan alrededor del
20 % de todas las especies de mamíferos, el segundo orden más numeroso de
esta clase luego de los roedores. Los quirópteros habitan en todos los continentes excepto
por la Antártida, se crían en cuevas con hasta 60.000 ejemplares y conviven con infinidad
de virus. Para Quamenn no era más que un cálculo estadístico que algo iba a suceder con
estos animales y los virus.
Si la pandemia Covid 19 no se produjo con premeditación o como accidente, es necesario
tomar un nuevo camino de pensamiento respecto de la seguridad. Algo tan común en
nuestra sociedad como comer un animal, o que alguien haya estado en contacto con él en
un mercado puso en jaque a un mundo armado hasta los dientes. Algo está mal orientado.
Lo mismo sucede si evaluamos el ataque a las torres gemelas. La seguridad del mundo
cambió drásticamente cuando con unos cuchillos de plástico y poco dinero unos
individuos con la decisión de morir por su causa, tomaron unas lecciones de vuelo.
Como visionario que es, Quammen sostuvo también que debemos tener mucho cuidado
para que la infodemia, repleta de contradicciones y generadora de miedo inútil, no haga
que el distanciamiento social nos lleve a un alejamiento emocional que nos haga mirar a
otros como si fueran una amenaza o nuestros enemigos.
La destrucción sistemática de los ecosistemas con sus implicancias en el cambio climático
y la pérdida de biodiversidad, sumadas al crecimiento sostenido de la población mundial y
al aumento exponencial de la conectividad de las distintas regiones a través de la
intensificación del tráfico aéreo, marítimo y terrestre tuvieron como correlato la
globalización de las enfermedades y de la economía. La situación de globalización generó
una nueva vulnerabilidad, la vulnerabilidad global.
El estado de crisis permanente es una excusa para explicar la necesidad de diarios recortes
en las políticas sociales (salud, educación, medio ambiente seguridad social) o la
degradación del salario real. Cabe entonces preguntarse: ¿cuáles son los propósitos de
mantener el estado de crisis permanente? Básicamente en lo que a este artículo refiere
podemos pensar que son dos: legitimar la escandalosa concentración de la riqueza y
boicotear medidas efectivas para prevenir la inminente catástrofe ambiental1.
Oxfam Internacional en el 2019 aseveró que en el año 2017 las ocho personas más ricas
del mundo tenían la misma riqueza que la mitad del planeta. Ese mismo año, la fortuna
Jeff Bezos, fundador y director ejecutivo de Amazon y el hombre más rico del mundo era
de u$s 112.000 millones. Solo para tener un parámetro de comparación basta saber que el
presupuesto de salud de Etiopía equivale al 1% de esta cifra. La riqueza de los
multimillonarios del mundo aumentó en u$s 900.000 millones en el 2018, alrededor de
u$s 2.500 millones por día. Mientras esto sucedía, los ingresos de la mitad más pobre del planeta cayeron un 11%. Otro dato que aporta Oxfam es que desde la crisis financiera del
2008 se duplicó el número de multimillonarios.
Como si esto fuera poco, los ricos se benefician hoy de los menores niveles impositivos de
las últimas décadas. La riqueza infra gravada hace que los gobiernos con voluntad política
no tengan recursos suficientes para financiar los servicios públicos o las situaciones de
crisis como la que estamos viviendo. La negativa de los ricos entre los ricos argentinos a
pagar un impuesto solidario para paliar la crisis por el Covid 19 puede ser entendida
desde lo estrictamente personal, no justificada. Lo que es incomprensible, al menos para
los autores, es que otros ciudadanos, cuyos patrimonios están muy, pero muy lejos de ser
afectados por el potencial impuesto, estén en contra y defiendan a quienes durante siglos
los han expoliado.
La necesaria mirada ambiental
Los cambios sociales que se proponen desde el ambientalismo, o desde los grupos de
acción social, casi siempre pasan desapercibidos. Además de muy lentos e insignificantes
en su impacto cuantitativo, son expresiones del voluntarismo social y no de las políticas de
estado. El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio requiere cambios drásticos en
nuestros comportamientos y patrones de consumo diarios. Nuestra capacidad de
adaptación es tan alta que los cambios exigidos de repente se vuelven posibles, como si
siempre hubieran existido. Más allá del apremio económico, hubo que quedarse en casa,
cambiar algunos patrones de conducta y disminuir el consumo superfluo. Esto sucedió
mientras ganamos tiempo para leer, compartir con los afectos, prescindir de la adicción de
visitar los shoppings y repensar lo que se desea y tiene verdadero valor. La idea de que no
había alternativa a la forma de vida impuesta, ritmo vertiginoso y consumo desenfrenado,
a partir del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio se puso en duda desde los hechos y
no desde el discurso.
Cuando finalice la mal llamada cuarentena y salgamos de nuestras casas, veremos que la
pandemia tuvo entre otros correlatos que la tierra siguió girando y que ha habido, como
los mensajes por las redes sociales señalan, algunas consecuencias positivas sobre el
ambiente: los ríos están más limpios y el silencio y nuestra relajación ahora permiten que
haya y se vea mayor biodiversidad alrededor de los centros poblados. Esta situación es
lógica y su explicación se da por la menor cantidad de contaminantes en el aire, el
descenso en la intensidad de los decibeles, movimientos extraños u otras situaciones que
espantan o generan estrés en los animales. Manteniéndonos en el ámbito urbano,
podemos agregar que a la situación anterior se suma la posibilidad de que en nuestros días
de asilamiento al desacelerar nuestro ritmo de vida estemos más predispuestos a prestar
atención a nuestro entorno. Especies que hace un año eran difíciles de ver han vuelto y en
cantidad. La ausencia de insecticidas, humo y otros elementos alterantes, permitieron que
en este corto plazo los insectos, tanto los deseables como los perjudiciales, hayan
incrementado sus poblaciones.
La NASA2 ha declarado que nunca se ha visto una ruptura tan dramática de contaminación
en un área tan vasta. El clima es el ejemplo más trágico del tipo de crisis ambiental que
enfrentamos. Como informa el periódico The Guardian del 5 de marzo de 2020, según la OMS3 la contaminación del aire, que es solo una dimensión de la crisis ecológica, mata a 7
millones de personas cada año. Según la WMO4, el hielo antártico se derrite seis veces más
rápido que hace cuatro décadas, y el de Groenlandia, cuatro veces más rápido de lo
esperado.
Según la ONU5, tenemos diez años para evitar un aumento de la temperatura global
promedio de 1.5 grados en relación con la era preindustrial. Los modelos de predicción no
nos dicen cuál será la distribución espacial del cambio climático esperado. Los efectos
serán muy dispares si en una región es de 2,5 grados y en otra de 0,5 grados. Los impactos
y sus consecuencias sobre la vida de las personas, la fauna y la flora, los cultivos, los ciclos
de evapotranspiración, etc. serán diferentes en cada región.
No debemos olvidarnos de los responsables de la situación climática. La contribución al
desastre y la distribución de los beneficios por los impactos tampoco es equitativa,
tampoco los son las responsabilidades y obligaciones futuras para encararlo. Los países
“ricos industrializados”, encabezados por los Estados Unidos, seguidos por China y los
ricos europeos deben correr por un carril distinto al de los países pobres.
Por más que la industria de los países ricos, mayor contribuidora al cambio climático,
modifique su comportamiento pernicioso hacia el clima ahora mismo, deberemos
enfrentar las consecuencias de los comportamientos pasados. La crisis climática tiene
inercia, las medidas tomadas hoy no provocan una respuesta inmediata, serán décadas las
que tardarían en desaparecer los efectos de las acciones pasadas.
Mientras todo esto sucede no se implementa un plan global de largo plazo. Se dan debates
interminables y los países ricos siguen enriqueciéndose y los pobres empobreciéndose y
haciéndose más vulnerables. En este contexto dramático de concentración de la riqueza y
emergencia ambiental llega el Covid 19.
En busca de un cambio de paradigma
Como el capitalismo salvaje no perdona y aprovecha, mientras estamos en nuestras casas
las palas mecánicas, los bulldozers y las motosierras aceleran los desmontes y el esfuerzo
pesquero aumenta su avidez. Las noticias nos alertan y no parece haber una reacción
taxativa ni de corto ni de largo plazo. No se termina de entender que la destrucción de los
bosques y la depredación de los mares junto a las malas prácticas industriales son los
principales motivos de la crisis ambiental, incluido el cambio climático y muy
posiblemente la causa de pandemias pasadas y futuras. Virus y bacterias que se
encuentran en su hábitat natural, al verlo destruido buscan sobrevivir y reproducirse, es
entonces que se tornan una amenaza.
En el plano económico, el modelo de acumulación capitalista, sus preceptos de la
competencia vigentes por décadas y su condición de artífice de los destinos del mundo,
después de la pandemia mostrarán cambios. Seguramente uno de los efectos será que
muchas pequeñas y medianas empresas habrán debido cerrar sus puertas. La falta de
capacidad financiera para sostenerse en este período sin ingresos y soportando egresos
seguramente dejará a muchas fuera del mercado. Es posible que a las pequeñas les cueste...
[...}
.............
1
Los sectores más retrógrados del pensamiento siguen negando la catástrofe ambiental que las tecnologías y los
patrones de consumo producen.
2
National Aeronautics and Space Administration (NASA)// Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio
de los Estados Unidos de América.
* Director Instituto de Medio Ambiente y Coordinador de la Maestría en Gestión Ambiental
de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Presidente del Centro Argentino de
Desarrollo Sustentable (CADDES).
** Universidad de San Martin, Escuela Nacional de Museologia. Dirección de Patrimonio de la
Pcia. de Bs.As.
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