Científicos de seis países de América Latina acaban de forjar una red para promover estudios de adaptación al calentamiento con énfasis en los bosques, y esperan adhesiones de toda la región.
TURRIALBA Milagros Salazar * Costa Rica - Tierramérica
Argentina. Follaje otoñal de lenga (Nothofagus pumilio) en el cerro Catedral.
En América Central la temperatura se eleva y los bosques demoran en crecer. Más al sur, las selvas amazónicas aún no se calientan. Es sólo un ejemplo de que el cambio climático se manifiesta de maneras diferentes en cada región.
Una recién creada red de científicos busca respuestas para que América Latina conozca y se adapte a esos diversos escenarios que está montando el cambio climático.
Con ese propósito, un grupo de especialistas se reunieron el 5 de agosto en la sede del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), en el pueblo boscoso y volcánico de Turrialba, a dos horas de autobús desde San José, la capital de Costa Rica.
No todos los ecosistemas boscosos de América Latina y el Caribe sienten y sentirán de igual manera los efectos del recalentamiento, indican los primeros hallazgos de los científicos que, antes de fundar la red, elaboraron y ejecutaron proyectos de Mitigación y Adaptación al Cambio Climático en la Gestión Forestal Sostenible en Iberoamérica (MIA).
Tales iniciativas, ejecutadas entre 2008 y 2011, fueron impulsadas por el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) de España, el Centro de Investigación Forestal Internacional (Cifor) con sede en Indonesia, y el Catie. Los resultados de estos estudios se presentaron en Turrialba unos días antes de la primera reunión de la flamante Red de Adaptación al Cambio Climático y ecosistemas como estrategias de adaptación (RACC).
Un grupo de investigadores de Chile y Argentina determinaron que, por efecto del cambio climático, bosques con árboles de la especie Nothofagus pumilio situados en la austral Patagonia de ambos países, crecerán y ampliarán su superficie, mientras se verán menguados los de otra especie del mismo género Nothofagus que se encuentran más al norte.
"En un escenario de cambio climático, también hay bosques que se verán beneficiados", dijo a Tierramérica el investigador Sergio Donoso, de la Universidad de Chile y presidente de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo.
Los pobladores cercanos a esos bosques, principalmente en la zona norte del área estudiada, beben el agua que genera el ecosistema forestal y también se benefician del turismo. Por lo tanto, su disminución afectará sus vidas.
Mientras que en las porciones patagónicas de Nothofagus pumilio ¬llamado guindo de Magallanes, lenga, roble blanco y roble de Tierra del Fuego¬, los lugareños cosechan los árboles, que constituyen una importante actividad económica. Dos caras de una misma moneda que, según los investigadores, deben ser compartidas en la red científica.
Los investigadores que ya participan en la red provienen de instituciones estatales, académicas y no gubernamentales de seis países de América Latina y el Caribe: Argentina, Chile, Colombia, Panamá, Costa Rica y Nicaragua.
"Queremos contribuir al desarrollo de estrategias de manejo de los ecosistemas forestales para que aún bajo condiciones de cambio climático puedan seguir con su papel de regulación del ciclo hídrico y ayudar a reducir los riesgos de eventos climáticos extremos como sequías, inundaciones y vientos", explicó a Tierramérica el ingeniero forestal holandés Bastiaan Louman, coordinador del Programa de Cambio Climático del Catie.
Louman también coordina la RACC y espera que otros representantes de la región se sumen a este esfuerzo.
Como paso inicial, investigadores de Ecuador, Perú y Nicaragua asistieron a la reunión fundacional en Turrialba.
"Es la primera vez que se conforma una red científica en la región para adaptación al cambio climático. Es muy importante porque se trata de un problema urgente que puede tener impacto en los medios de vida de las personas", aseguró Louman.
El grupo fortalecerá su trabajo capacitando a sus miembros, pero también mediante el intercambio de experiencias e información entre los países para potenciar las acciones conjuntas y perfeccionar la comprensión de los impactos diferenciados en la región."Hay que generar sinergia en la calidad y cantidad de investigación en adaptación, pero también lograr transferir y comunicar los resultados a la sociedad y tomadores de decisión", agregó Donoso.
Mediante otro proyecto MIA, el investigador costarricense Carlos Navarro, del Catie, llegó a la conclusión de que la valiosa caoba (de la familia Meliaceae) aún tiene condiciones para adaptarse al calentamiento en algunas zonas de Colombia, Panamá y Costa Rica, pese a que está en riesgo de extinción y a que su codiciada madera se vende a 1.700 dólares el metro cúbico.
Navarro, que dedicó 25 años de su vida a estudiar la caoba, sostiene que hay especies más adaptables que otras, lo que hace necesario recolectar y conservar las semillas, así como trasplantar algunos ejemplares a las áreas donde escasea.
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sábado, 13 de agosto de 2011
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