Celebramos este año el 50 aniversario de la publicación en 1962 del libro de Rachel Carson “Primavera silenciosa”. Es, al mismo tiempo, una conmemoración dolorosa y estimulante. Dolorosa porque nos recuerda el drama que supuso el uso del DDT, el envenenamiento que provocaba en los ecosistemas (el título hace referencia a la desaparición de los pájaros) y sus consecuencias sobre los campesinos que lo utilizaban. El libro daba abundantes y contrastadas pruebas de los efectos nocivos del DDT... lo que no impidió que fuera violentamente criticada y sufriera un acoso muy duro por parte de la industria química, los políticos e incluso numerosos científicos, que negaron valor a sus pruebas y le acusaron de estar contra un progreso que permitía dar de comer a una población creciente y salvar así muchas vidas humanas. Sin embargo, apenas 10 años más tarde se reconoció que el DDT era realmente un peligroso veneno y se prohibió su utilización en el mundo rico, aunque, desgraciadamente, se siguió utilizando en los países en desarrollo.
Pero es también una conmemoración estimulante porque la batalla contra el DDT fue dada por científicos como Rachel Carson en confluencia con grupos ciudadanos que fueron sensibles a sus llamadas de atención y argumentos. De hecho Rachel Carson es hoy recordada como “madre del movimiento ecologista”, por la enorme influencia que tuvo su libro en el surgimiento de grupos activistas que reivindicaban la necesidad de la protección del medio ambiente, así como en los orígenes del denominado movimiento CTS. Sin la acción de estos grupos de ciudadanos y ciudadanas con capacidad para comprender los argumentos de Carson, la prohibición se hubiera producido mucho más tarde, con efectos aún más devastadores. La batalla contra DDT es un ejemplo del papel decisivo que un activismo ciudadano fundamentado (basado en el conocimiento) puede jugar en la toma de decisiones para dar solución a los problemas socioambientales.Esta ambivalencia está presente en la mayoría de las efemérides relacionadas con el medio ambiente: hacen referencia a graves problemas, pero nos señalan también las posibilidades de solución. Pensemos, por señalar un ejemplo mucho más próximo, que ahora hace un año tuvo lugar el gravísimo “accidente” de Fukushima, cuyas consecuencias se siguen pagando en Japón de manera directa, pero con repercusiones para todo el planeta. Pero tan importante como recordar estos hecho dolorosos es tener presente lo que se ha hecho y qué más se puede hacer frente a los problemas que conllevan las centrales nucleares. Ahora en 2012 recordamos que hace un año tuvo lugar el desastre de Fukushima, pero también que ese mismo año el pueblo italiano rechazó en referéndum la construcción de centrales nucleares, mientras que en Alemania, Suiza y Bélgica se decidió el cierre de las suyas apostando por el desarrollo de energías limpias y renovables. Y en 2012 celebramos, sobre todo, la declaración por Naciones Unidas del Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos, reivindicando la urgencia de una transición desde la energía fósil y nuclear a la energía limpia y renovable, que numerosos estudios han mostrado necesaria y posible.
Pero en 2012 conmemoramos muy en particular la celebración hace 20 años en Rio de Janeiro de la primera Cumbre de la Tierra. Para algunos ello constituye el recuerdo de unas esperanzas frustradas: la lucha contra la contaminación, contra el cambio climático, contra la pobreza, etc., que allí se programó para el logro de un futuro sostenible ha dado escasos resultados. Tienen razón. Pero ello no puede ser motivo de desánimo y pasividad, sino de esfuerzos acrecentados para lograr que las medidas necesarias y posibles sean adoptadas. Esos son los objetivos de RIO+20, la Cumbre de la Tierra que tendrá lugar, también en Rio de Janeiro, del 20 al 22 de junio. Como ha señalado Álvaro Marchesi, Secretario General de la OEI, “La propuesta de las Naciones Unidas es ambiciosa pues incluye temas tan importantes como el fortalecimiento de los compromisos políticos en favor del desarrollo sustentable; el balance de los avances y las dificultades vinculados a su implementación; y las respuestas a los nuevos desafíos emergentes de la sociedad. Además, plantea una cuestión clave que constituye uno de los ejes centrales de la cumbre: cómo lograr una economía ecológica que garantice la sustentabilidad y la erradicación de la pobreza”. Una economía verde que desplace la economía marrón, depredadora e insostenible, y dé respuesta a la grave crisis económica, ambiental y social en que nos encontramos, mediante un Green New Deal.
Esta no debe ser, pues, una primavera silenciosa: necesitamos un clamor de apoyo a RIO+20. Como educadores tenemos la responsabilidad y el privilegio de contribuir a crear el necesario clima social que obligue a los responsables políticos a alcanzar acuerdos vinculantes para el logro de un futuro sostenible. El futuro que queremos.
Educadores por la sostenibilidad
Boletín Nº 77, 21 de marzo de 2012
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