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jueves, 14 de junio de 2012

Tres propuestas políticamente posibles para Rio+20

Una carta a los Reyes Magos desde Barcelona, al Oriente de Rio de Janeiro

Comienzan en Brasil las sesiones preparatorias de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible. A día de hoy, la comunidad internacional aparece dividida, si bien la posición previa común de los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países ‘ricos’ a favor del ‘crecimiento’ y de la imposición de la ‘economía verde’ de corte incremental al resto del mundo augura un resultado final muy decantado hacia las posiciones liberales, como ya ocurriera hace 20 años. El problema es que los acuerdos alcanzados hace dos décadas, basados en estos principios, no han servido absolutamente para nada más que para marear la perdiz y distraer al personal, para irritación creciente de la comunidad que es capaz de hacerse una idea cabal del problema existencial al que se enfrentan la mayoría, o todas, las civilizaciones del planeta.
La conferencia de 1992 giró alrededor del problema climático y la biodiversidad. Desde entonces, la concentración atmosférica de CO2 ha pasado de 360 ppm a casi 400 ppm. Veinte años después, nadie ha decidido todavía qué significa exactamente la interferencia antrópica peligrosa en el sistema climático.
El número de especies se está reduciendo a un ritmo acelerado, y lo único que parece preocupar ahora a los negociadores, que se sienten legitimados por un reciente giro de las revistas científicas homologadas, es ponerle precio a la biodiversidad, saber cuánto vale en términos económicos. Estudian cuál es el mínimo de especies en el planeta que permite la vida humana para intentar no rebasarlo. Por encima de este valor, el resto de la vida sobre la Tierra parece no importar en absoluto a los representantes de la comunidad internacional dominante, atribuyéndole así la condición de prescindible.
Así, la reciente “Declaración de Gabón” ha llevado a un importante número de países africanos a aceptar la métrica económica no ya de sus recursos naturales, sino de la naturaleza en su conjunto. El antropocentrismo radical ha triunfado, arrastrado por una hegemonía cultural secuestrada y reducida por la lógica económica liberal. Su capacidad de expansión y auto-reproducción ha quedado bien demostrada, e impone su unidad de medida como patrón universal de comparación entre personas, entre países, y entre visiones alternativas del mundo.
Finalmente, no hay ni siquiera acuerdo sobre el significado preciso del concepto de desarrollo sostenible, y en todo caso se está imponiendo la idea de la sostenibilidad débil, que considera a la naturaleza sustituible por capital.
Pero como Rio+20, con todas sus insuficiencias, es lo mejor que por ahora tenemos en el terreno internacional, entiendo que es un foro que no se puede desaprovechar. En este sentido, he elaborado distintas propuestas, políticamente atrevidas pero no imposibles, agrupadas en tres categorías genéricas. Continuar leyendo »
12/06/2012 por Ferran P. Vilar
Fuete

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