A la espera de que los científicos aporten conclusiones sobre este hecho concreto, lo que está claro es que se trata de una manifestación más de lo rápido que avanza el cambio climático y de lo urgente que es actuar para frenarlo.
En verano es cuando los impactos del cambio climático son más evidentes. No solo por las elevadas temperaturas y las olas de calor sino por la relación del cambio climático con otros episodios veraniegos como los grandes incendios forestales; los recientes de Valencia y Cataluña son ejemplos o la cada vez más frecuente aparición de colonias de medusas cerca de la costa. Todos estos impactos se han dado cita en nuestro país en las últimas semanas y, ayer, el riesgo climático se nos hizo más evidente: Groenlandia se derrite a mayor velocidad de la prevista y en solo cuatro días (del 8 al 12 de julio) la capa superficial de hielo desaparició en un 97%.
A la espera de que los científicos aporten conclusiones sobre este hecho concreto, lo que está claro es que se trata de una manifestación más de lo rápido que avanza el cambio climático y de lo urgente que es actuar para frenarlo. Según los glaciólogos, si Groenlandia llegara a derretirse completamente el nivel medio del mar aumentaría unos siete metros.
Los científicos advierten de que, para evitar los peores impactos del cambio climático, debemos mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2ºC y que, incluso con un aumento de 1,5ºC, varios territorios del planeta sufrirían impactos graves e irreversibles. Estamos en un aumento de temperatura medio de 0,8ºC a nivel mundial, pero la media europea alcanza 0,9ºC respecto a los registros de temperatura de la época preindustrial.
Y en España la cosa está aún peor: el aumento de la temperatura media es de 1,5ºC y nuestra vulnerabilidad climática es de las mayores del continente europeo. Nuestros ecosistemas pero también sectores clave para nuestra economía como la agricultura, el turismo, la pesca o la industria del vino sufren ya los impactos del cambio climático. Esto, paradójicamente, no se refleja en el papel que España juega en la negociación climática europea e internacional.
Una buena muestra de por dónde va la política climática española son las declaraciones del ministro Cañete en la sesión del Consejo Asesor de Medio Ambiente, celebrada el pasado martes, cuando al ser preguntado por qué datos sobre impactos del cambio climático en la costa se habían tenido en cuenta a la hora de abordar la reforma de la Ley de Costas afirmó que “el cambio climático no causa impactos en la costa española”.
Parece que a Cañete se le ha traspapelado el informe que le mandamos cuando fue nombrado ministro del ramo en el que se recopila gran parte de la literatura científica que documenta impactos del cambio climático que ya se están dando en España. En este informe queda claro que el aumento del nivel del mar se registra ya en varios de los observatorios españoles y que es “racionalmente esperable” una media de aumento de nivel del mar de 50 cm a final de siglo, con las consecuentes inundaciones y retrocesos de la línea de la costa (alrededor de un metro por cada centímetro efectivo de aumento de nivel del mar). Quizás el ministro debería hecharle un vistazo estas vacaciones...
El cambio climático es evidente en Groenlandia, pero también aquí. La buena noticia es que podemos frenarlo reduciendo las emisiones hasta niveles cercanos a cero a mitad de siglo. Tenemos las tecnologías adecuadas: las renovables. Sin embargo nos falta lo esencial: políticos con talla que dejen de poner la política climática y energética al servicio de su beneficio electoral y de los intereses económicos de las grandes eléctricas.
Por cierto, no olvidemos que Groenlandia está dentro del Círculo Polar Ártico y es el Ártico el tesoro natural amenazado por el cambio climático y por la lucha por el petróleo. De hecho, la campaña #SalvaelArtico de Greenpeace pretende lograr que las zonas no habitadas del Ártico sean declaradas como Patrimonio de la Humanidad por Naciones Unidas. Y hay que darse prisa porque la petrolera Shell tiene previsto, en las próximas semanas, comenzar una campaña de exploración en busca de petróleo en dos puntos en alta mar en el Ártico, frente a la costa de Alaska. Si Shell tuviera éxito, es probable que se desatara una fiebre del petróleo en el Ártico que impulsaría las tensiones internacionales alrededor de la última frontera del planeta.
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jueves, 26 de julio de 2012
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